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Caith Danser - El Laberinto De Hermes

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EL LABERINTO DE HERMES<br />

tografías. Continuó avanzando de forma progresiva hasta llegar<br />

a una foto claramente familiar.<br />

—¡Vaya, creo que a ese lo conozco! —exclamé yo al observarme<br />

en su pantalla, luciendo aquellos músculos que aún no<br />

había acabado de desarrollar. Me miró finalmente con una exquisita<br />

sonrisa mientras Frederic y Albert se reían a carcajadas.<br />

Se trataba, al parecer, de alguna de esas fotografías que yo le<br />

había enviado en alguna ocasión.<br />

—¿Sabes qué, Albert? Tengo ganas de ir hasta la casa de mi<br />

novio y darle una sorpresita “holaaaaaaaaa” —exclamó ella con<br />

un tono realmente peculiar. <strong>De</strong> algo estaba muy seguro: Aquella<br />

chica no era muy normal en comparación al resto de la gente.<br />

«Por fin algún punto en común», se me ocurrió de pronto.<br />

—¿Qué? No entendí nada —indagó Albert, intentando adaptarse<br />

a su ritmo intelectual.<br />

—Que tengo ganas de ir hasta la casa de mi novio y darle una<br />

sorpresita “holaaaaaaaaa” —repitió ella, esta vez un poco más<br />

cuerda; su amigo le respondió con una ultrajante sonrisa.<br />

—Hey, Les, no lo tomes a mal, pero ya debo irme. Le prometí<br />

a Frederic y a <strong>Danser</strong> que iríamos a tomar algo al centro de<br />

Harainay —se disculpó él poniéndose de pie.<br />

—No hay problema. Gracias por la visita. ¡Oh! Casi me olvido.<br />

Mi novio me ha dado estas invitaciones para la próxima fiesta<br />

en la discoteca, si no las reparto a todas me mata —exclamó,<br />

entregándonos a los tres unas tarjetas impresas en color negro<br />

con publicidades de la fiesta; al parecer, su novio activaba en<br />

aquellos eventos. Las guardé en el bolsillo interior de mi campera<br />

y nos despedimos de ella mientras Albert saludaba a su madre<br />

que aún continuaba lavando la ropa.<br />

—Mamá, Albert trajo películas.<br />

—Vaya, que buen gesto de parte de tu amigo —le respondió<br />

su madre desde el lavadero. Leslie nos dio un beso a cada uno y<br />

nos acompañó en pijama hasta el elevador. Abandonamos finalmente<br />

el edificio y nos encaminamos hacia el centro de Harainay.<br />

—¿Tú qué piensas, Albert? ¿Crees que haya alguna probabilidad<br />

de que algún día sea mi novia? —le pregunté, esperanzado;<br />

parecía conocer a Leslie mucho mejor que yo.<br />

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