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Caith Danser - El Laberinto De Hermes

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EL LABERINTO DE HERMES<br />

como siempre, caminando por aquella cuerda de lo prudente<br />

hasta aquellos mediados de Diciembre, cuando pude finalmente<br />

convertirme en una notable molestia.<br />

Así fue como atendí una de esas típicas llamadas a mi teléfono<br />

móvil.<br />

—¡Ven para el centro en veinte minutos, <strong>Danser</strong>! James también<br />

saldrá con nosotros. Dime, ¿estabas durmiendo? Me has<br />

atendido con la voz algo agotada —exclamó Frederic al teléfono.<br />

—Si, estaba descansando un poco. <strong>De</strong> acuerdo no hay problema,<br />

me pondré algo y en veinte minutos estaré allí. Por cierto,<br />

Frederic, ¿qué día es hoy?<br />

—Siempre tan desorientado tú, eh. Viernes 17 de Diciembre.<br />

Ponte algo rápido, <strong>Danser</strong>, nos vemos en la esquina principal —<br />

se despidió él. Yo me dejé caer bruscamente de la cama cerrando<br />

los ojos antes de encender la luz de mi habitación; no me gustaba<br />

encandilarme tan de prisa. Me vestí con aquel pantalón de vaquero<br />

que había dejado en el piso horas antes, una camiseta verde<br />

de mangas cortas y las zapatillas que siempre solía usar.<br />

—Estará fresco afuera, <strong>Danser</strong>. Llévate tu campera, te hará<br />

juego con los pantalones —me gritó mi madre desde la cocina,<br />

siempre pendiente de lo que llevara puesto al salir de casa. Abrí<br />

el armario de mi habitación y saqué aquella campera a la que<br />

tanto se refería. No podía negarlo, me quedaba bastante bien.<br />

—¡Adiós, madre! Regresaré más tarde —me despedí, y salí<br />

finalmente a mi encuentro con James y Frederic.<br />

—Te tengo buenas noticias, <strong>Danser</strong> —exclamó alegre mi amigo.<br />

James me observaba con esa típica sonrisa avispada mientras<br />

yo me proponía a escuchar las noticias de su compañero.<br />

—Leslie festeja hoy en la casa su cumpleaños. Creo que ha<br />

dicho “diecisiete años” si mal no recuerdo. Dice que pueden ir<br />

todos los que gusten. Así que, ya ves, para allí nos vamos —<br />

concluyó él. Yo me encontraba ciertamente enmudecido. ¿Qué<br />

pensaría ella al verme? ¿Y si yo no estaba incluido en aquella invitación<br />

colectiva? Por otra parte, necesitaba verla. Formar parte<br />

de las personas que compartirían con ella aquel día, esa simpática<br />

reunión casera. Apuntamos en dirección este y partimos derecho<br />

hacia su casa.<br />

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