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Caith Danser - El Laberinto De Hermes

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UN MAL PLAN<br />

su amor. Se recostó nuevamente sobre mis rodillas y me mordió<br />

la pierna tal como si aquello fuera un amistoso jugueteo de pareja.<br />

—Hey, Leslie, mira lo gorda que te estás poniendo por comer<br />

tantos cacahuetes —bromeó James, intentando molestarla un<br />

poco.<br />

—No es gordura, es que estoy embarazada —continuaba ella<br />

con aquel juego tan disparatado.<br />

—¡Oh! Que interesante. ¿Y quién es el padre? —indagó él,<br />

aprovechando la reciprocidad de su broma.<br />

—<strong>Danser</strong>, por supuesto, ¿quién más sino? —concluyó ella. Yo<br />

sonreía más por su respuesta que por la trivialidad de su juego.<br />

¿Me convertía finalmente en algo más que su amigo, o sólo era<br />

exceso de confianza? Quizá así se comportaba con todo el mundo<br />

y yo era sólo un bufón más de su lista. Aun así, aquellas respuestas<br />

saltaban a la vista al igual que su cabeza sobre mis piernas.<br />

Ya no quedaban suposiciones pendientes.<br />

—<strong>De</strong> acuerdo, tengo otro juego interesante —exclamó George<br />

desde una de las hamacas—. Se llama “Verdad consecuencia”.<br />

Yo formularé una pregunta a cada uno, y ustedes estarán obligados<br />

a responder con la verdad, ¿de acuerdo? —nos explicaba<br />

nuestro amigo. Por alguna razón, supuse que aquel recreo no<br />

terminaría nada bien.<br />

—Tú primero, <strong>Danser</strong>. Aquí va la pregunta. ¿Eres virgen? —<br />

me comprometía George con aquel juego tan tonto. Me encontraba<br />

a punto de mentirles a mis amigos; Leslie ya sabía la verdad<br />

y no iba a arriesgarlo todo por preservar nuestra confianza.<br />

—Así es, lo soy —respondí orgulloso. Sin embargo, aquello<br />

no fue suficiente. Los tres comenzaron a reír con intensas carcajadas<br />

mientras una molesta desconfianza reaparecía en Leslie<br />

una vez más. Le había dicho la verdad, ¿por qué iba a creerles a<br />

mis amigos? Prometí que jamás le mentiría; no iba a hacerlo a<br />

esas alturas.<br />

—Hey, no entiendo de que se ríen. Estoy diciendo la verdad<br />

—me defendí, intentando ganar nuevamente la confianza de mi<br />

amiga.<br />

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