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Caith Danser - El Laberinto De Hermes

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EL LABERINTO DE HERMES<br />

—Háblame —me rogaba ella, mientras yo me limitaba simplemente<br />

a mimarla y a observar el cielo.<br />

—Es que no se me ocurre nada —contesté, evitando dejar escapar<br />

aquel “No hace falta decir nada, todo es perfecto”. Comencé<br />

finalmente a pensar que tanto amor podría alejarla de mí una<br />

vez más; decidí no expresarme con tanta franqueza.<br />

—¿Sabes una cosa? Todo pasa por algo, estoy segura. Es mi<br />

forma de ver las cosas —comentaba ella.<br />

—¿A qué te refieres con eso? —pregunté, suponiendo esperanzadamente<br />

a que se refería al hecho de haberme conocido.<br />

—A que todo ocurre por una razón. Las cosas transcurren con<br />

algún fin, como si todo fuera obra del destino —me explicó más<br />

detalladamente. ¿Podríamos acaso prever el destino, sentir la<br />

importancia de una persona por su significativa existencia en<br />

nuestro futuro, en nuestras vidas? ¿Sería por eso que la sentía tan<br />

mía, tan especial como a ninguna otra chica que hubiera cruzado<br />

por mi senda? Si todo era obra del destino, tal como ella suponía,<br />

pues no había razón para preocuparme por ello; tarde o temprano,<br />

las cosas surgirían tal como mi corazón lo presentía.<br />

—No sé si le contaré a mi madre de esto —exclamó ella, jugando<br />

con mi hombro derecho y el cuello de mi camiseta.<br />

—¿Esto qué?<br />

—Esto, nuestra salida —explicaba ella—. Es que yo a mi madre<br />

le cuento absolutamente todo.<br />

—Jaja, por mí esta bien, Leslie. Pierde cuidado que, por mi<br />

parte, no le contaré a nadie —le prometí. ¿Por qué tendría yo la<br />

necesidad de mencionárselo a alguien? Ese encuentro era sólo<br />

nuestro y de nadie más; nuestro pequeño secreto, aquella historia<br />

en la que sólo nuestros recuerdos serían protagonistas. ¿Contárselo<br />

a alguien? ¿Con qué fin?<br />

Los minutos se derretían como trozos de chocolate mientras<br />

nuestros cuerpos se enredaban como lianas bajo aquella noche<br />

tan estrellada. Me detuve a escuchar su respiración, los latidos<br />

de su corazón. Acariciaba suavemente su hombro mientras ella<br />

se refugiaba sobre el calor de mi cuerpo; parecía por momentos<br />

quedarse dormida. Continué acariciándola, sintiéndola bajo el<br />

tacto de mis dedos. Cada roce se volvía un hechizo inigualable<br />

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