22.11.2012 Views

Caith Danser - El Laberinto De Hermes

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

EL LABERINTO DE HERMES<br />

Se acercaban nuevos encuentros, momentos en los que sus<br />

apariciones se volverían, quizá, un hecho ciertamente cotidiano.<br />

Me acostumbré a no estar pendiente de ella. Sabía que su presencia<br />

activaría aquel radar interior en mi cuerpo que me avisaría de<br />

su llegada. Así pasaron pocos días desde ese último acercamiento.<br />

Regresaba una vez más a la vieja pizzería Parci junto a Sebastián<br />

y mi guitarra. Nos sentamos en los bancos de esa gran plazoleta<br />

rodeada por tantos negocios, y desenfundé finalmente mi<br />

instrumento musical. Comencé a afinar las cuerdas cuando un<br />

niño de piel oscura se arrimó sigilosamente para verme trabajar<br />

en ella.<br />

—¿Es tuya la guitarra? —me preguntó, con cierto gesto de<br />

curiosidad. Lo observé muy desatento y regresé nuevamente la<br />

vista hacia las clavijas.<br />

—Sí, es mía, jovencito.<br />

—¿Podrías prestármela? Me gustaría mucho poder tocar —<br />

me suplicaba el muchacho con su valiente excusa.<br />

—Sólo permíteme un momento para terminar de afinarla, ¿de<br />

acuerdo? —le respondí. <strong>El</strong> pequeño permanecía allí mirándome<br />

de reojo mientras yo continuaba haciendo uso de mi oído intentando<br />

acabar el proceso. Sebastián no parecía estar muy de<br />

acuerdo con ello. Lo observaba con algo de desconfianza mientras<br />

yo le entregaba mi guitarra al muchacho para que se divirtiera<br />

un buen rato con su nuevo juguete.<br />

Realmente lo había subestimado: Para nuestra sorpresa, sus dedos<br />

comenzaron a nadar por entre las cuerdas, dejando brotar las<br />

más hermosas melodías que jamás había escuchado. La sonrisa<br />

de Sebastián se transformaba poco a poco en un gran gesto de<br />

admiración. Yo continuaba escuchándolo atento cuando noté que<br />

mi detector interior comenzaba a sonar de nuevo. Alcé lentamente<br />

la mirada hacia la esquina de esa plaza para verla llegar junto<br />

al resto de sus amigas, tal como la otra vez, junto al mismo muchacho<br />

de cabellos rubios. Se sentaron precisamente en el banco<br />

adyacente mientras yo, llevándome a Sebastián conmigo, me alejaba<br />

un par de metros con aquel pequeño e insólito músico que<br />

acabábamos de descubrir. Comencé a tomarlo todo como una<br />

gran práctica. Una forma de adaptarme a su presencia. <strong>De</strong>scubrí<br />

424

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!