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Caith Danser - El Laberinto De Hermes

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LA ÚNICA CITA<br />

—Es que no lo entiendes, Frederic, la cita fue enteramente<br />

perfecta. No necesitaba nada más, la tenía entre mis brazos, sobre<br />

mi pecho. ¿Qué más podía pedir? Esta noche fue cien por<br />

ciento perfecta, sin contar este regalo que me ha dejado un murciélago<br />

hace unos instantes, claro —bromeé como de costumbre.<br />

—Es asombroso, <strong>Danser</strong>. Leslie te ha rechazado mil veces, es<br />

realmente increíble como todo ha resultado justamente al revés.<br />

—Está bien, aun así, no quiero gritar victoria todavía. Recuerda<br />

que si mañana se pierde el hechizo, volveremos nuevamente<br />

al principio, tal como hace unos meses —concluí yo, recordando<br />

que la suerte dura a veces lo que una tormenta.<br />

Regresamos una vez más con la muchachada que allí continuaba<br />

sentada alrededor de la pizzería. <strong>El</strong> Tucán y su pandilla continuaban<br />

sosteniendo esa misma botella de gaseosa que portaban<br />

hacia unos minutos y que aún no habían terminado. Intentaba<br />

desconcentrarme, despegarme del recuerdo al menos por un rato,<br />

unos pequeños instantes. Aquella energía que hacía menos de<br />

una hora recorría mi cuerpo, parecía haber interferido con todas<br />

mis emociones y nervios. Mi cerebro se encontraba en una especie<br />

de burbuja temporal, tal como si el tiempo en mi cabeza continuara<br />

detenido, atrapado en el recuerdo de su piel, de sus brazos<br />

sobre mi pecho. Un recuerdo cuyos detalles continuaban en<br />

mi cuerpo como simples latidos del corazón regresando con cada<br />

suspiro, cada gota de aliento. Un recuerdo que permanecería allí<br />

por siempre.<br />

—¿Y a que se debe esa sonrisa, <strong>Danser</strong>? Estás así de alegre<br />

desde que haz llegado y no nos has contado el porqué —exclamó<br />

<strong>El</strong> Tucán desde una de las mesas. <strong>El</strong> resto de los muchachos<br />

me observaban absortos esperando a que mi respuesta fuera tan<br />

interesante como aquella felicidad en mi tez.<br />

—¡Oh! no es nada, muchachos. La vida es simplemente hermosa.<br />

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