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Leer-la-tienda-de-muñecos-y-otros-textos

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arrastran en <strong>la</strong>s páginas <strong>de</strong> los libros una existencia <strong>de</strong>so<strong>la</strong>da... Los quetiene usted en sus manos en este momento, por ejemplo. ¿Sabe usted,señor, <strong>la</strong>s responsabilida<strong>de</strong>s en que incurren los propietarios <strong>de</strong> obras <strong>de</strong>este género? Tienen en su po<strong>de</strong>r, entre sus manos, a su completa merced,existencias o criaturas <strong>de</strong> quienes todos <strong>de</strong>sconocen hasta lo más rudimentario.¿Se sabe que pa<strong>de</strong>cen necesida<strong>de</strong>s, preocupación, dolor, tristezas?...Diciendo esto, iba y venía, entre los estantes, con a<strong>de</strong>manes <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>ra alguien, o <strong>de</strong> ocuparse <strong>de</strong> clientes o personas, invisibles, sin embargo,para mí.—Aquí –me dijo, en tono <strong>de</strong> confi<strong>de</strong>ncia, interrumpiéndose, <strong>de</strong>pronto, en sus afanes–, aquí me encontrará usted, señor, seguramente,cada día, entre héroes, protagonistas, personajes, como ve... —Pero nosoy un simple librero, como pudiera creerse –añadió <strong>de</strong> inmediato–.Tampoco soy coleccionista, ni bibliotecario, bibliófilo o bibliómano. Nimucho menos intelectual, “inteligente”, o lector empe<strong>de</strong>rnido. No, no.¡Lejos <strong>de</strong> todo eso! Acojo, simplemente, junto a mí, el mayor númeroposible <strong>de</strong> esos <strong>de</strong>sdichados que se <strong>de</strong>baten en el oscuro fondo <strong>de</strong> loslibros. Les brindo mi comprensión, mi simpatía. Y trato asimismo <strong>de</strong>prestarles asistencia y ayuda, en cuanto mis recursos lo permiten. ¡Perolo hago con buena voluntad, con buena voluntad sobre todo! No soymás que una persona para quien el infortunio <strong>de</strong> los <strong>otros</strong>, existe, y quese conmueve hasta <strong>la</strong>s lágrimas oyendo referir ajenas <strong>de</strong>sventuras...Estuve tentado <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que hay ya bastantes <strong>de</strong>sventuras que aliviaren el mundo, antes que <strong>la</strong>s fingidas, que sólo existen en los libros.¡Pero ya él proseguía, sin esperar <strong>de</strong> mí respuesta alguna!—No tengo por qué ocultárselo, señor, y sin ambages se lo diréinmediatamente: son esos pequeños e insignificantes personajillos <strong>de</strong> loslibros, los que a mí principalmente me preocupan, y hasta me <strong>de</strong>sve<strong>la</strong>npor <strong>la</strong>s noches... Esos personajillos que tan penosamente cruzan <strong>la</strong> trama<strong>de</strong> <strong>la</strong>s obras, los <strong>la</strong>rgos párrafos, los interminables capítulos, los espeluznantesmonólogos... y para quienes especialmente parecen estar hechas<strong>la</strong>s páginas <strong>de</strong> horror, <strong>la</strong>s escenas <strong>de</strong> angustia, <strong>la</strong>s situaciones terribles, losmalos <strong>de</strong>sen<strong>la</strong>ces... ¿No habrá que poner término, un día u otro, a tanBIBLIOTECA AYACUCHO55

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