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Leer-la-tienda-de-muñecos-y-otros-textos

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—Cuando llegué aquí, todavía <strong>la</strong>s ventas eran buenas, muy buenas,allá por el 47; pero al año siguiente empezaron a f<strong>la</strong>quear y a hacerse difíciles,cada vez más difíciles, créame, y <strong>de</strong> entonces para acá, como ledigo, ¡muertas!, ¡completamente muertas!En el tono <strong>de</strong> su voz se hace perceptible el severo juicio, el amargoreproche, el profundo <strong>de</strong>sdén que, en su opinión, le merece un país endon<strong>de</strong> <strong>la</strong>s ventas han llegado a tal extremo <strong>de</strong> inexistencia y anonadamiento.Aunque él no se atreve a emitirlo abiertamente, se ve c<strong>la</strong>ro que <strong>la</strong>muerte <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ventas lo ha hecho cambiar totalmente <strong>de</strong> opinión sobre elpaís. A <strong>de</strong>cir verdad, no es éste verda<strong>de</strong>ramente un país, una nación, unEstado digno <strong>de</strong> tal nombre, puesto que se permite que <strong>la</strong>s ventas lleguena tan bajo nivel <strong>de</strong> inexistencia. Cosas así no <strong>de</strong>berían suce<strong>de</strong>r, y no suce<strong>de</strong>n,no, en verda<strong>de</strong>ros Estados organizados, mo<strong>de</strong>rnos, previsores, endon<strong>de</strong> <strong>la</strong>s ventas son cosa sagrada, y si bien es cierto que pue<strong>de</strong>n sufriraltos y bajos, no llegan nunca, como aquí, a un grado tal <strong>de</strong> aniqui<strong>la</strong>mientoy <strong>de</strong>scenso.—¡Las ventas están muertas!, ¡muertas! –repite lúgubremente. Está<strong>de</strong>sconcertado, como nunca, pues esta muerte <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ventas no estaba ensu programa. ¿A dón<strong>de</strong> irá él ahora? ¿Dón<strong>de</strong> habrá actualmente buenasventas? ¿Dón<strong>de</strong>? ¿Dón<strong>de</strong>? En su <strong>de</strong>sesperación, el señor Del Martillo serasca <strong>la</strong> cabeza, que ahora ya está gris (a causa <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ventas, <strong>de</strong> seguro).Se asoma a <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>tienda</strong>; ningún comprador aparece ni <strong>de</strong> cercani <strong>de</strong> lejos... Echa una ojeada afuera, y se queda mirando lejos, hacia <strong>la</strong>esquina, por don<strong>de</strong> el entierro <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ventas está quizás pasando en aquelinstante.—No querrá usted creerme, pero es verdad lo que le digo: ¡<strong>la</strong>s ventasestán muertas, completamente muertas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace tiempo ya!Sentada <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l mostrador, su mujer aprueba tristemente,moviendo <strong>la</strong> cabeza. No parece que estuviera el<strong>la</strong> nada celosa <strong>de</strong>l <strong>de</strong>saforadoamor <strong>de</strong> su marido por <strong>la</strong>s ventas veleidosas. O tal vez lo estuvo,sí, pero en otras épocas; pero, ahora, ¡puesto que están muertas!, ¿paraqué?LA TIENDA DE MUÑECOS Y OTROS TEXTOS144

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