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Leer-la-tienda-de-muñecos-y-otros-textos

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do felizmente años, lustros, décadas, media centuria casi, <strong>de</strong> vida civilizaday sin nuages (había olvidado <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra “nube”). Heroicamentehabía resistido invasiones, crisis, restricciones, odios, penurias y momentosmuy difíciles en guerras frías, tibias o calientes. Estaba casado conuna francesa, todos sus hijos habían nacido en París, y hasta había acabadopor tenerse a sí mismo, o por serlo en realidad, medio francés, omás bien francés y medio. Había hecho todo lo posible y lo imposiblepor quedarse en aquel suelo, en aquel Paraíso, en aquel Nirvana. ¡Cómoalejarse <strong>de</strong> allí! ¡Cómo ausentarse <strong>de</strong> París por tanto tiempo! Este asuntolo discutía una y otra vez con su mujer, quien se sonreía <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>sveleida<strong>de</strong>s tropicales <strong>de</strong>l marido, y ahí quedaba todo por el momento.“La sagrada promesa improrrogable” volvía a ser diferida, el gran regresosufría un nuevo retardo, <strong>la</strong> patriótica peregrinación era ap<strong>la</strong>zada.Pero un día... hasta una cosa tan improbable como <strong>la</strong> patriótica romería<strong>de</strong>l doctor Úbeda comenzó a ocurrir bajo los espaciosos cielos <strong>de</strong>lAtlántico. Navegaron tranqui<strong>la</strong>mente el doctor Úbeda, <strong>la</strong> francesa y loshijos, “robustos vástagos <strong>de</strong>l gran árbol <strong>de</strong> <strong>la</strong> patria en el exterior” –asísolía l<strong>la</strong>marlos haciendo ga<strong>la</strong> <strong>de</strong> su bril<strong>la</strong>nte patriotismo, aunque losmuchachos no querían ser sino franceses–, y una caja con cientos <strong>de</strong> folletos,<strong>de</strong> aquellos folletos titu<strong>la</strong>dos ¿Qué remedio a los males <strong>de</strong> nuestraluminosa patria?, para distribuirlos por todas partes en <strong>la</strong> nueva edición,ahora aumentada y revisada, que él se proponía repartir a manos llenasdurante su recorrido por <strong>la</strong> patria, como obsequio a sus amigos, admiradorese ilustres compatriotas.¡Al fin! Después <strong>de</strong> treinta o cuarenta años <strong>de</strong> ausencia, el esc<strong>la</strong>recidoConsejero había vuelto a Venezue<strong>la</strong>, había venido a visitar el suelonatal, <strong>la</strong> familia, los amigos y esos sitios y lugares <strong>de</strong> <strong>la</strong> infancia y juventudprimera, que nadie pue<strong>de</strong> nunca olvidar completamente. Había traídoel folletón que le había valido tantos gran<strong>de</strong>s méritos. Había sido reeditadovarias veces (pues se agotaba rápidamente, según <strong>de</strong>cía su autor)y volvía entonces a enviarlo a los periódicos, a los ministerios, a <strong>la</strong>s aca<strong>de</strong>miase instituciones, y hasta a algunas gobernaciones regionales. Estefolleto, pues, era como parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> familia <strong>de</strong>l Consejero, y con el<strong>la</strong> habíavenido. En Caracas, el ilustre Consejero había sido recibido, agasajado,BIBLIOTECA AYACUCHO187

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