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mano encima al Cucarachero y le dio <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> arresto. El Cucaracherose sacudió violentamente y quiso huir. ¡Dios, era ya tar<strong>de</strong>! El policíab<strong>la</strong>ndió el rolo <strong>de</strong> goma, y mientras el Cucarachero se <strong>de</strong>batía y forcejeabaen manos <strong>de</strong>l agente, un peinillero que andaba por <strong>la</strong> esquina acudióen su auxilio y le dio un p<strong>la</strong>nazo y luego otro. El Cucarachero chillóentonces y algunas plumas <strong>de</strong> su co<strong>la</strong> salieron vo<strong>la</strong>ndo, y se <strong>de</strong>jó llevarsin resistencia a <strong>la</strong> Comisaría, a causa <strong>de</strong>l dolor que lo embargaba en suparte glútea (si pue<strong>de</strong> uno expresarse con refinamiento).—¿Qué pájaro es ése? –preguntó el Jefe Civil sin dirigirse a él directamente,echando una mirada rabiosa y <strong>de</strong>spectiva.—Es el Cucarachero <strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za –informó el secretario.—¿Por qué lo trajeron? –rec<strong>la</strong>mó el Jefe.—Por farta <strong>de</strong> respeto a <strong>la</strong> autoridá –explicó acercándose respetuosamenteel agente que lo había traído preso, mientras se guardaba su peinil<strong>la</strong>en <strong>la</strong> vaina <strong>de</strong> cuero.—Me dieron dos p<strong>la</strong>nazos –chilló el Cucarachero.—¡Cállese <strong>la</strong> boca! ¡Silencio! –gritó el Jefe–, nadie le está preguntandonada a usted.—Pero me duele a mí… pero me duele a mí, porfió todavía el Cucaracherocon <strong>la</strong> co<strong>la</strong> –o lo que <strong>de</strong> el<strong>la</strong> le quedaba– algo torcida <strong>de</strong> un <strong>la</strong>do, a consecuencia<strong>de</strong>l aporreo que había sufrido en aquel<strong>la</strong> parte <strong>de</strong>l cuerpo.—¡Cállese, le digo! –gritó el Jefe.—Y, ¿qué más? –añadió dirigiéndose únicamente al subordinado.—Todo el mundo, menos él, observó el minuto <strong>de</strong> silencio, como es<strong>de</strong> ley. Y cuando le l<strong>la</strong>mamos <strong>la</strong> atención, se envalentonó y quiso atacarnos,por lo menos hizo <strong>la</strong> intención. Después, cuando lo registramos,<strong>de</strong>scubrimos que llevaba un pico <strong>la</strong>rgo muy afi<strong>la</strong>do, un pico que no espara el tamañito <strong>de</strong> él, pue<strong>de</strong> creerme, Jefe; no tiene más que verlo ustedmismo para darse cuenta... es un pico sospechoso... algo muy sospechoso...para algo tiene que ser.—Yo necesito mi pico para dar <strong>de</strong> comer a mis hijitos. Yo tengo quecomer también. Y para eso lo único que tengo es ese pico y nada más.—¡Escriba! ¡Escriba ahí! –or<strong>de</strong>nó el Jefe al secretario–. Cucarachero<strong>de</strong>tenido por sospechoso y falta <strong>de</strong> respeto. Por sospechoso –recalcóBIBLIOTECA AYACUCHO179

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