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Aún pue<strong>de</strong> seña<strong>la</strong>rse otra medida <strong>de</strong>fensiva a priori, cuando en elre<strong>la</strong>to “La Tienda <strong>de</strong> Muñecos”, se acoge a un viejo recurso, y al abrir elvolumen, lo primero que el lector encuentra es esta advertencia:No sé cuándo, dón<strong>de</strong> ni por qué fue escrito el re<strong>la</strong>to titu<strong>la</strong>do “La Tienda <strong>de</strong>Muñecos”. Tampoco sé si es simple fantasía o si es el re<strong>la</strong>to <strong>de</strong> cosas y sucesosreales, como afirma el autor anónimo; pero, en suma, poco importa quesea incierta o verídica <strong>la</strong> pequeña historieta que se <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong> en un tenducho.La casualidad pone estas páginas al alcance <strong>de</strong> mi mano, y yo me apresuroa apo<strong>de</strong>rarme <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. He<strong>la</strong>s aquí.Regresando a sus prologuistas, Zumeta asienta esta frase que pasaríaa ser emblemática: “Al volver <strong>la</strong> última página se pregunta uno si noes Ud., mi querido Garmendia, el personaje <strong>de</strong>l más inverosímil <strong>de</strong> loscuentos”. Fue profética esta visión <strong>de</strong>l joven narrador, al que Zumetaapenas conocía. Con los años, a su regreso a Venezue<strong>la</strong>, Julio acentuó <strong>la</strong>imagen <strong>de</strong> personaje inverosímil que habitaba en Caracas, sin que nadiesupiese a ciencia cierta dón<strong>de</strong> ni con quién vivía, mucho menos <strong>de</strong> quése sostenía, ni si continuaba escribiendo o había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> hacerlo. Fueen realidad un personaje educado, amable y escurridizo, que brindabasu confianza a muy pocos, y a nadie los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> su vida personal yliteraria. De ninguna manera fue engreído ni excéntrico, sino un escritorque no fue otra cosa que escritor, a quien el ais<strong>la</strong>miento y <strong>la</strong> vida austerale eran indispensables para salvaguardar <strong>la</strong> privacidad, y en consecuenciael libre albedrío, fundamentales para concentrarse en su actividadfavorita y trascen<strong>de</strong>nte, que no fue otra que <strong>la</strong> <strong>de</strong> disfrutar escribiendoy reescribiendo sus re<strong>la</strong>tos en <strong>la</strong> soledad <strong>de</strong> un cuarto <strong>de</strong> hotel<strong>de</strong> medio pelo, casi podría afirmarse que para su propia comp<strong>la</strong>cencia,porque aparte <strong>de</strong> dos pequeños volúmenes, nunca se interesó en supublicación.Muy pocos prosistas y poetas nuestros han disfrutado <strong>de</strong>l privilegio<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>dicarse a tiempo exclusivo a su mester. Lo más corriente esque quienes cultivan <strong>la</strong>s letras se vean obligados a compartir<strong>la</strong>s con enajenantesobligaciones <strong>de</strong> trabajo, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cuales Julio, por fortuna, estuvoexento <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que en 1936 se retiró <strong>de</strong>l Consu<strong>la</strong>do en Nápoles.LA TIENDA DE MUÑECOS Y OTROS TEXTOSXXVIII

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