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posesión Esparragosa: <strong>la</strong> <strong>la</strong>pa volvió a reproducirse en el pantano, <strong>de</strong>fendícelosamente <strong>la</strong>s cabeceras y vertientes <strong>de</strong> <strong>la</strong>s fuentes y el río; p<strong>la</strong>ntéárboles, árboles y árboles, e impedí por todas partes <strong>la</strong> caza y <strong>la</strong> matanza<strong>de</strong> los pájaros.Entre otras noveda<strong>de</strong>s, el caserío tiene ahora una escue<strong>la</strong> rural (elcaserío que está crecido él también, ¡como no!, ¡y se l<strong>la</strong>ma Esparragosa!),y estoy seguro <strong>de</strong> que no se queda sin asistir ningún chiquito <strong>de</strong> <strong>la</strong>shaciendas <strong>de</strong> quien él mismo lo fue por mayor tiempo <strong>de</strong>l que suelen serhijos <strong>de</strong> hombres.Nunca he vuelto a visitar los países extranjeros, y tampoco he vueltoa meterme por <strong>la</strong> boca <strong>de</strong> Bocoy, ni a andar por los tejados. Pero tengoen mi campo muchos libros, para los ratos que me <strong>de</strong>jan sobrantes misfaenas. Como he dicho, rechacé los viejos usos y agrios modos <strong>de</strong> los tíos<strong>de</strong> <strong>la</strong>s botas, y sus persecuciones a <strong>la</strong> vida, y su indiferencia con <strong>la</strong>s gentes<strong>de</strong>l contorno; pero si bien hice todo eso, había hecho ya <strong>la</strong>s paces conel último <strong>de</strong> ellos, que aún vivía, tío Régulo; y a veces me dolía no habermeesforzado antes por romper el hielo con los tres, el no haberme aplicadoa convencerlos y ganarlos a mi i<strong>de</strong>a y modo <strong>de</strong> ser, en lugar <strong>de</strong> combatirlosy oponérmeles, pero este remordimiento es tardío (como quizáshubiera sido el <strong>de</strong> ellos mismos si hubieran sobrevivido ellos a mí, puesnuestra sangre era una misma).En los últimos tiempos, pues, <strong>de</strong> mi tío Régulo, salíamos juntos: él,último representante <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> generación que ya se extinguía, y yo, elsobrino y único <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> su estirpe. Íbamos calle arriba o calleabajo, en <strong>la</strong>s buenas y costosas monturas <strong>de</strong> <strong>otros</strong> tiempos, él en sumacho, yo en <strong>la</strong> yegua (aunque yo hubiera preferido andar en carro, puesnuestras calles ya no se prestan para bestias) y aquel<strong>la</strong>s cabalgatas por <strong>la</strong>star<strong>de</strong>s, <strong>la</strong>s hacía más que todo, por comp<strong>la</strong>cencia con “ése <strong>de</strong> <strong>la</strong>s botas”,y por sostener <strong>la</strong> tradición, ¿no lo recuerdan?, esta tal tradición que eraen verdad uno <strong>de</strong> aquellos fardos <strong>de</strong>stinados a caer sobre mis hombros,un día u otro. Ahora ya cayeron, uno tras otro, esos fardos en mi espalda,y los estoy llevando yo, creo que bien, o no muy mal, con todo elpulso que Dios me ha dado, en todo caso... De modo que si por unmomento volviera a oírse el duro resonar <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s botas, o si el áspe-BIBLIOTECA AYACUCHO255

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