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EL ALMAI¿QUÉ VIENE a buscar el Diablo en mi aposento? ¿Y por qué se toma <strong>la</strong>molestia <strong>de</strong> tentarme? Me permito creer que es cuando menos unaredundancia y una inconcebible falta <strong>de</strong> economía en <strong>la</strong> distribución <strong>de</strong>tentaciones entre los hombres, el hecho <strong>de</strong> que se me acerque Satán conel objeto <strong>de</strong> rendirme a su po<strong>de</strong>r. Nunca requerí su presencia para caeren pecado. En cambio, seguramente viven a estas mismas horas personassuficientemente virtuosas para que pueda el Maligno ocuparse con frutoen inducir<strong>la</strong>s a pecar. Existen sin duda muchas gentes honradas que muybien pudieran ser digna ocupación <strong>de</strong>l Diablo...En estas reflexiones me había engolfado, viendo cómo rondaba elMaligno alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> mi aposento. No se atrevía a penetrar todavía, peroacercábase a <strong>la</strong> ventana y enviaba hacia a<strong>de</strong>ntro miradas llenas <strong>de</strong> ternurae interés. Satán, no cabía duda, procedía conmigo a <strong>la</strong> manera quecon una doncel<strong>la</strong> a quien temía asustar y correr para siempre si le hacíaviolentamente sus proposiciones. Quise, pues, a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntármele, fui a l<strong>la</strong>marley le hice entrar. Comprendió al punto <strong>la</strong> verda<strong>de</strong>ra situación enque se hal<strong>la</strong>ba y tomó asiento a mi <strong>la</strong>do sin inmutarse en lo mínimo.—Caballero –me dijo–: aspiro a compraros vuestra alma.No podía sorpren<strong>de</strong>rme su propuesta, porque bien sabía yo que seocupaba él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mucho atrás en esta c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> transacciones.—¡Ah, caballero! –le dije–. ¡Con cuánto gusto acce<strong>de</strong>ría a vuestra<strong>de</strong>manda! Pero, <strong>de</strong>cidme, ¿acaso estáis seguro <strong>de</strong> que tenga alma?BIBLIOTECA AYACUCHO39

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