12.07.2015 Views

Leer-la-tienda-de-muñecos-y-otros-textos

Leer-la-tienda-de-muñecos-y-otros-textos

Leer-la-tienda-de-muñecos-y-otros-textos

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

cón en el suelo pe<strong>la</strong>do... –cavi<strong>la</strong>ba Manzanita, con lágrimas en los ojos,rumiando su amargura.Estaba cada vez más preocupada. Aunque a nadie había dicho pa<strong>la</strong>bra<strong>de</strong> sus tribu<strong>la</strong>ciones, <strong>la</strong>s otras frutas, sus vecinas, veían c<strong>la</strong>ramente loque le pasaba; pero tampoco <strong>de</strong>cían nada, por discreción. Hab<strong>la</strong>ban <strong>de</strong>lcalor que hacía; <strong>de</strong> <strong>la</strong> lluvia y el sol; <strong>de</strong> los pájaros, los insectos y <strong>la</strong> tierra;o bien cambiaban reflexiones acerca <strong>de</strong> <strong>la</strong>s gentes que entraban o salían<strong>de</strong> <strong>la</strong> frutería, en tanto que <strong>la</strong> pobre Manzanita se mordía los <strong>la</strong>bios y setragaba sus lágrimas en silencio.Ya <strong>la</strong>s norteñas se acababan, se agotaban; ya el frutero traía nuevascajas repletas, con mil remilgos y cuidados, como si fueran tesoros que seechaba sobre los hombros. La Manzanita no pudo aguantarse más.—Señor Coco... –l<strong>la</strong>mó en voz baja, dirigiéndose a uno <strong>de</strong> sus máspróximos vecinos, un señor Coco <strong>de</strong> <strong>la</strong> Costa, que estaba allí envuelto ensu ver<strong>de</strong> corteza.—Usted que es tan duro, señor Coco –repitió Manzanita con vozentrecortada y llorosa–; que a nada le teme; que se cae <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong>los brazos <strong>de</strong> su mamá, y en vez <strong>de</strong> ponerse a llorar, son <strong>la</strong>s piedras <strong>la</strong>sque lloran si usted les cae encima...Esto ofendió un tanto al buen señor Coco, el cual creyó necesariohacer una ac<strong>la</strong>ratoria, poniendo <strong>la</strong>s cosas en su puesto.—Es cierto que soy duro –explicó–, pero eso no quiere <strong>de</strong>cir que notenga corazón. Es mi exterior, que es así. Por <strong>de</strong>ntro soy b<strong>la</strong>ndo, tiernoy suave como una capita <strong>de</strong> algodón.—Es lo que yo digo, señor don Coco –se apresuró a conce<strong>de</strong>r <strong>la</strong>Manzanita–. Yo sé que su agua es sa<strong>la</strong>dita como <strong>la</strong>s lágrimas, y que esoviene <strong>de</strong> su gran corazón que usted tiene.—Así es –asintió el buen Coco, satisfecho–. ¿Y qué quería usted <strong>de</strong>cirme,amiga Manzanita? ¡Estoy para servirle!—Ya usted se habrá fijado –dijo <strong>la</strong> Manzanita, conteniendo a duraspenas sus sollozos– en lo que está pasando aquí en <strong>la</strong> frutería. Esas <strong>de</strong>lNorte, ¡esas intrusas! ocupan <strong>la</strong> atención <strong>de</strong> todo el mundo, y todos <strong>la</strong>sencuentran muy <strong>de</strong> su gusto, señor Coco, ¡señor Coooooooco!... –y <strong>la</strong>pobre Manzanita rompió a llorar a lágrima viva.LA TIENDA DE MUÑECOS Y OTROS TEXTOS90

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!