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RELACIÓN ENTRE INNOVACIÓN SOCIAL, DESARROLLO Y SUSTENTABILIDAD
presuponiendo que tratan de emerger del pozo ya
innombrable del subdesarrollo (Naredo, 2006, p. 182).
Son variados los términos que se utilizan para nombrar a los
demás países que no son considerados desarrollados. Con
estas nociones se han podido sacar parámetros para
compararlos en diversos aspectos, es así como se ha llegado
a la conclusión de que “casi un 80 por ciento de la población
mundial vive en países en vías de desarrollo, caracterizados
por bajos niveles de renta y elevada pobreza, tasas altas de
desempleo y niveles educativos bajos” (Stiglitz, 2006, p. 2).
El desarrollo ha tenido desde su concepción una relación
estrecha con el crecimiento económico y con la producción
industrial, “en la base de la idea maestra del desarrollo estaba,
pues, el gran paradigma del humanismo occidental: el
desarrollo socioeconómico, sostenido por el desarrollo
científico-técnico, asegura por sí mismo expansión y
progreso de las virtualidades humanas, de las libertades y de
los poderes del hombre” (Attali, Castoriadis, Domenach,
Massé, Morin y otros, 1980, p. 224). Se creía que a partir del
crecimiento económico el ser humano aumentaría sus
valores, libertades, empoderamiento personal, entre otras
cosas; sin embargo, estas ideas no concebían esferas como el
impacto al entorno, las desigualdades sociales que poco a
poco iban aumentando, entre otras cosas.
Después de la segunda guerra mundial, el debate sobre el
desarrollo trajo una corriente de teorías y modelos que
guiaron las principales acciones para transformar a los países.
Uno de los principales autores es Rostow, quien fue
partidario de la visión evolucionista del término “desarrollo”
que proponía pasar de un estado arcaico a uno totalmente
renovado para convertirse o acercarse a los niveles de
crecimiento y estabilidad de los países considerados como
desarrollados (Gutiérrez y González, 2010).
En América Latina, de acuerdo con Gutiérrez y González
(2010), desde los años 30 existen procesos de movilización
popular, principalmente de la clase obrera y de los sectores
medios quienes buscaron participar en la construcción de un
proyecto autónomo de desarrollo nacional. Los principales
movimientos estuvieron guiados por el “Estado Populista”
con figuras como Cárdenas en México, Perón en Argentina y
Vargas en Brasil. En estos contextos, las teorías del
desarrollo encuentran terreno fértil para reflexionar y
proponer “pensamiento propio y original que interpretaba no
solamente al subcontinente latinoamericano, sino al conjunto
de países semejantes que integraban al tercer mundo”
(Gutiérrez y González, 2010, p. 33).
A partir de la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL) aparece una teoría que emerge “frente a la
preocupación intelectual y política de encontrar un rumbo al
desarrollo económico y social de América Latina”
(Gutiérrez, 2007, p.48).
Para poder resarcir los problemas de América Latina, la
teoría de la CEPAL planteó:
• Industrialización por sustitución de importaciones
en una primera fase y posteriormente
complementarla con la política de “extraversión” y
el desarrollo de las exportaciones.
• Función del Estado como una idea-fuerza del
desarrollo.
• Promoción de la clase empresarial.
• Política de estímulo al ahorro interno y la inversión
(Gutiérrez, 2007, p. 49).
Las estrategias propuestas por la CEPAL “conducirían al
desarrollo autónomo y la soberanía nacional expandiendo el
mercado interno y elevando el nivel de vida de la población
y, en el largo plazo, contribuiría a cerrar progresivamente la
brecha entre el centro y la periferia” (Gutiérrez, 2007, p.49).
La teoría estructuralista de la CEPAL “permitió interpretar la
realidad socioeconómica de la región y la naturaleza
específica de su inserción en la economía mundo, pero
también logró establecer el ejercicio de planeación en el
centro de las estrategias económicas (Gutiérrez, 2007, p.
49)”, aunque es importante mencionar que “del
estructuralismo globalizante de la CEPAL arrancará el
planteamiento de la dependencia” (Hidalgo, 2004, p.183).
“La teoría de la dependencia combina elementos neomarxistas
con la teoría económica keynesiana (ideas
económicas liberales que surgieron en Estados Unidos y
Europa como respuesta a la depresión de los años 20)”
(Reyes, 2009, p. 125). A partir del enfoque de Keynes, se
proponen algunos puntos fundamentales que conforman la
teoría de la dependencia: crear demanda interna efectiva con
respecto a los mercados nacionales, fortalecer el sector
industrial, mejorar los ingresos de los trabajadores y que el
gobierno tenga un papel más efectivo para mejorar las
condiciones de vida del país (Reyes, 2009).
La teoría de la dependencia, al igual que la de la CEPAL,
parte del análisis del desarrollo de las relaciones
económicas del mundo y llega a la conclusión de que
América Latina cumple la función de abastecedor de
materias primas e insumos para el desarrollo de la
industrialización en los países centrales, promoviendo la
formación de clases oligárquicas endógenas encargadas
de mantener las relaciones de dominación subordinadas a
sus intereses. La condición periférica definida por la
CEPAL implica, para esta escuela de pensamiento, una
condición de dependencia; es decir, la configuración de
una ley específica de funcionamiento del capitalismo en
la cual no existían posibilidades de transformación
(Gutiérrez, 2007, p. 50).
Las propuestas para alcanzar el desarrollo, de acuerdo con
esta teoría, son construidas desde las visiones de los países
centrales (desarrollados) que proponían a los
subdesarrollados (periféricos) “concentrarse en la realización
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