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Le habló a Tomás de la enfermedad de la madre y le comunicó que se tomaría una semana de<br />
vacaciones para ir a verla. Su voz estaba llena de rebeldía.<br />
Como si intuyese que lo que atraía a Teresa hacia la madre era el vértigo, a Tomás le disgustó<br />
la idea <strong>del</strong> viaje. Llamó al hospital de la pequeña ciudad. El sistema de control de los casos de cáncer es<br />
muy preciso en Bohemia, de modo que le fue muy fácil comprobar que a la madre de Teresa nunca le<br />
habían encontrado nada que fuese sospechoso de cáncer y que, además, durante el último año no había<br />
ido nunca al médico.<br />
Ella le hizo caso a Tomás y no fue a ver a su madre. Pero ese mismo día se hizo un raspón en la<br />
rodilla al caerse en la calle. Su andar se volvió inseguro y casi todos los días se caía en algún sitio, se<br />
lastimaba con algo o, por lo menos, dejaba caer algo que tenía en la mano.<br />
Había en ella un deseo insuperable de caer. Vivía en un vértigo permanente.<br />
Aquel que se cae está diciendo: «¡Levántame!». Tomás la levantaba pacientemente.<br />
19<br />
«Quisiera hacer el amor contigo en mi estudio, como en un escenario. Alrededor habría gente y<br />
no podrían acercarse ni un paso. Pero no podrían quitarnos los ojos de encima...»<br />
Con el paso <strong>del</strong> tiempo, aquella imagen iba perdiendo su crueldad inicial y empezaba a<br />
excitarla. Varias veces le recordó al oído aquella situación a Tomás mientras hacían el amor.<br />
Se le ocurrió que existía una manera de escapar de la condena que veía en las infi<strong>del</strong>idades de<br />
Tomás: ¡que la lleve consigo!, ¡que la lleve cuando vaya a ver a sus amantes! Quizás ésa sea la manera<br />
de convertir otra vez a su cuerpo en el primero y el único de todos. El cuerpo de ella se volvería un alter<br />
ego de él, su ayudante y su asistente.<br />
«Yo te desnudaré, te lavaré en el baño y después te las traeré», le susurraba mientras estaban<br />
abrazados. Deseaba que se convirtieran en un <strong>ser</strong> hermafrodita y que los cuerpos de las demás mujeres<br />
fuesen su juguete compartido.<br />
20<br />
Convertirse en el alter ego de su vida poligámica. Tomás no quiere entenderlo, pero ella no<br />
podía librarse de aquella imagen y trataba de estrechar relaciones con Sabina. Le propuso hacerle unas<br />
fotos.<br />
Sabina la invitó a su estudio y ella pudo ver, por fin, aquella amplia habitación en medio de la<br />
cual había una cama ancha en forma de cuadrado, como un podio.<br />
«Es una vergüenza que no hayas venido nunca a mi casa», le decía Sabina y le enseñaba los<br />
cuadros que estaban apoyados contra la pared. Incluso sacó de alguna parte una obra antigua que había<br />
hecho cuando aún estaba en la escuela. Representaba una fábrica en construcción. <strong>La</strong> había pintado en<br />
una época en que la escuela exigía el más severo realismo (el arte no realista era considerado entonces<br />
como una subversión <strong>del</strong> socialismo) y Sabina, llevada por el espíritu deportivo de la apuesta, trataba<br />
de <strong>ser</strong> aún más severa que los profesores y pintaba sus cuadros de modo que no se reconociesen las<br />
huellas <strong>del</strong> pincel y pareciesen fotografías en color.<br />
«Este cuadro se me estropeó. Me cayó una mancha de pintura roja. Al principio estaba muy<br />
disgustada, pero luego aquella mancha empezó a gustarme, porque parecía una grieta. Era como si la<br />
obra en construcción no fuese una obra de verdad, sino un decorado teatral cuarteado, sobre el cual la<br />
fábrica en construcción no estaba más que dibujada. Empecé a jugar con la grieta, a ampliarla, a<br />
inventar lo que se podría ver a través de ella. Así pinté mi primer ciclo de cuadros, a los que llamé<br />
tramoyas. Por supuesto que nadie podía verlos. Me hubieran echado de la escuela. Delante había<br />
siempre un mundo realista perfecto y detrás, como tras la tela rasgada de un decorado, se veía otra cosa,<br />
misteriosa o abstracta.»<br />
Hizo una pausa y luego añadió: «Delante había una mentira comprensible y detrás una verdad