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La-Insoportable-Levedad-del-ser

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provistas de firma y dedicatoria. En lugar destacado colgaba una foto en la cual, junto a la cabeza <strong>del</strong><br />

embajador, sonreía la cara de John F. Kennedy.<br />

Esta vez el embajador no charlaba con el presidente de los Estados Unidos, sino con un<br />

desconocido de unos sesenta años que dejó de hablar al ver a Teresa.<br />

— Es una amiga —dijo el embajador—, puedes hablar con tranquilidad —después se dirigió a<br />

Teresa—: Acaban de condenar a su hijo a cinco años.<br />

Se enteró de que el hijo <strong>del</strong> sexagenario había estado vigilando, en los primeros días de la<br />

ocupación, la entrada de un edificio en el que se alojaba un <strong>ser</strong>vicio especial <strong>del</strong> ejército soviético.<br />

Estaba claro que los checos que salían de allí eran agentes al <strong>ser</strong>vicio de los rusos. Les seguía junto con<br />

sus amigos, identificaba las matrículas de sus coches y les pasaba la información a los redactores de la<br />

emisora ilegal checa, que advertía de ello a la población. A uno de los agentes le dieron una paliza con<br />

la ayuda de los amigos.<br />

El sexagenario dijo:<br />

-Esta fotografía fue el único cuerpo <strong>del</strong> <strong>del</strong>ito. Lo negó todo hasta que se la enseñaron.<br />

Sacó <strong>del</strong> bolsillo de la chaqueta un recorte:<br />

—Salió en el «Times», en el otoño de 1968.<br />

En la foto había un joven que cogía a un hombre por el cuello. <strong>La</strong> gente lo miraba. Debajo de la<br />

foto decía: castigo al colaboracionista.<br />

Teresa suspiró con alivio. No, la fotografía no era suya.<br />

Después se fue a casa con Karenin, andando por la Praga nocturna. Pensaba en los días que<br />

había pasado fotografiando los tanques. Qué ingenuos, pensaban que estaban arriesgando la vida por la<br />

patria y, sin saberlo, trabajaban para la policía rusa.<br />

Llegó a casa a la una y media. Tomás ya dormía. Su pelo olía a sexo de mujer.<br />

8<br />

¿Qué es la coquetería? Podría decirse que es un comportamiento que pretende poner en<br />

conocimiento de otra persona que un acercamiento sexual es posible, de tal modo que esta posibilidad<br />

no aparezca nunca como seguridad. Dicho de otro modo: la coquetería es una promesa de coito sin<br />

garantía.<br />

Teresa está detrás de la barra y los clientes a los que sirve bebidas, coquetean con ella. ¿Le<br />

desagrada esa permanente marea de piropos, frases ambiguas, anécdotas, ofrecimientos, sonrisas y<br />

miradas? En absoluto. Siente un deseo irrefrenable de que su cuerpo (ese cuerpo extraño que debería<br />

irse a recorrer el mundo) se exponga a ese oleaje.<br />

Tomás siempre ha pretendido convencerla de que el amor y la sexualidad son dos cosas<br />

distintas. Nunca quiso entenderlo. Ahora está rodeada de hombres por los que no siente la menor<br />

simpatía. ¿Qué pasaría si hiciese el amor con ellos? Tiene ganas de hacer la prueba, al menos en esa<br />

forma de promesa sin garantías a la que se llama coquetería.<br />

Para que no haya confusiones: No pretende tomarse la revancha con Tomás. Lo que quiere es<br />

encontrar una salida al laberinto. Sabe que se ha convertido en una carga para él: se toma las cosas<br />

demasiado en <strong>ser</strong>io, por cualquier cosa hace una tragedia, no es capaz de comprender la levedad y la<br />

divertida intrascendencia <strong>del</strong> amor físico. ¡Quisiera aprender a <strong>ser</strong> leve! ¡Desea que alguien le enseñe a<br />

dejar de <strong>ser</strong> anacrónica!<br />

Si para otras mujeres la coquetería es una segunda naturaleza, una rutina sin importancia, para<br />

Teresa se ha convertido en el punto clave de una importante investigación que tiene por objeto<br />

enseñarle de qué es capaz. Pero precisamente por <strong>ser</strong> para ella algo tan importante y <strong>ser</strong>io, su coquetería<br />

carece de levedad, es forzada, voluntaria, exagerada. El equilibrio entre la promesa y su falta de<br />

garantías (¡en el que reside precisamente el virtuosismo en la coquetería!) queda roto. Promete con<br />

demasiado fervor, sin dejar suficientemente clara la falta de garantías de la promesa. En otras palabras,<br />

le parece a todo el mundo excepcionalmente accesible. Y cuando los hombres reclaman después el<br />

cumplimiento de lo que a su juicio les fue prometido, topan con una violenta resistencia que no pueden<br />

explicarse más que suponiendo que Teresa es mala y taimada.

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