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Vida del escudero Marcos de Obregón - Biblioteca Virtual Universal

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arrastrando a palos. Pobre <strong>de</strong> mí, dije yo, ¿quién me hizo cirujano o médico <strong>de</strong><br />

melancolías? ¿qué sé yo <strong>de</strong> recetas y <strong>de</strong> ensalmos? ¿cómo podré salir ahora <strong>de</strong> este trance<br />

tan riguroso? que o ella ha <strong>de</strong> quedar sin melancolía, o yo tengo <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cerla toda mi vida.<br />

Decirle amores como a la otra, ni yo podré, ni ella me los enten<strong>de</strong>rá, ni su enfermedad es <strong>de</strong><br />

este género: pues <strong>de</strong>cirle al oído cosas <strong>de</strong> santos y <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra religión será doblarle<br />

más la enfermedad, y a mi los palos, aunque Dios es po<strong>de</strong>roso para hacer pan <strong>de</strong> las<br />

piedras, y <strong>de</strong> los paganos cristianos. Al fin me resolví con un gentil ánimo, llevando a mi<br />

amo por lengua, y él a mí por escorzonera. Y para más acertar la cura cogí <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

saltambarca una guitarra; procurando con todas las fuerzas posibles salir con la cura, y para<br />

esto poner todos los medios necesarios, y así entrando con muy <strong>de</strong>senvuelto semblante,<br />

a<strong><strong>de</strong>l</strong>antándome, le dije: Vuesa merced, señora, sin duda sanará, porque las palabras que yo<br />

digo solamente son para curar a las muy hermosas, y vuesa merced es hermosísima. Tengo<br />

esperanza que saldrá bien con la salud, y yo con la cura. Recibió bien este ensalmo, que es<br />

eficacísimo con las mujeres. Y luego le dije: Tenga vuesa merced gran<strong>de</strong> fe en las palabras,<br />

y póngase en la imaginación que ya ha ahuyentado el mal. Hícele estar con gran fe suya, y<br />

suspensión <strong>de</strong> todos: llegándome a ella, que estaba con la imaginación muy en el caso,<br />

dijela al oído un grandísimo disparate que aprendí oyendo artes en Salamanca, y fue:<br />

Barbara Cælarent darii ferio Baralipton,<br />

Cælantes dabitis fapesmo frisesomorum.<br />

Y luego sacando la guitarra le canté mil disparates, que ni ella los entendía, ni yo se los<br />

<strong>de</strong>claraba. Fue tanta la fuerza <strong>de</strong> imaginativa suya, que antes que <strong>de</strong> allí me saliese quedó<br />

riendo, y rogándome que volviese allá muchas veces, y que le diese aquellas palabras<br />

escritas en su lengua; yo di gracias a Dios <strong>de</strong> verme libre <strong>de</strong> este trance, y busqué modo<br />

para no curar más. Pero como había cobrado fama, si algunas veces acudían, fingía que me<br />

daba mal <strong>de</strong> corazón, y así me escapaba. Mas réstame por <strong>de</strong>cir los celos que tuvo mi ama<br />

la moza, que pensando le había dicho a la otra las mismas palabras que a ella, estaba<br />

llorando celos; apacigüéla en pudiéndola hablar, que como era doncella <strong>de</strong> pocos años y<br />

menos experiencia, todo lo creía: y queriéndola yo con todo el extremo <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, me<br />

pesaba que mis cosas le diesen un mínimo disgusto. Díjele un día que sus padres estaban<br />

fuera <strong>de</strong> casa, con la confianza que <strong>de</strong> mí hacían, y habiéndome dicho que podía hablar<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> las criadas, porque no entendían la lengua: Señora mía, ¿qué <strong>de</strong>sdicha nuestra, y<br />

buena suerte mía hizo que siendo vos un ángel en hermosura, en años tierna y en cordura y<br />

madurez muy pru<strong>de</strong>nte, hayáis entregado vuestro gusto y voluntad a un hombre cargado <strong>de</strong><br />

años, <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> partes y merecimientos? Que siendo digna <strong>de</strong> lo mejor y mas granado <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

mundo, no recuséis <strong>de</strong> recibir en vuestro servicio a un hombre rendido y subordinado a<br />

cuantos daños la fortuna le quisiere hacer? Que una sabandija arrojada en la furia <strong><strong>de</strong>l</strong> mar<br />

maltratado <strong>de</strong> golpes <strong>de</strong> fortuna, en mísera esclavitud, haya hallado tan soberano albergue<br />

en vuestro sencillo pecho? Que el blanco don<strong>de</strong> todos tienen puestos los ojos y las entrañas<br />

haya recibido en las suyas a quien se contentara con ser perpetuamente su esclavo? Que por<br />

supuesto que nunca en mí ha habido imaginación <strong>de</strong> llegar a manchar a vuestra castidad, ni<br />

el <strong>de</strong>seo se exten<strong>de</strong>rá a tal, con tan gran<strong>de</strong>s y no merecidos favores me levanto a pensar que<br />

soy algo, no siendo capaz <strong>de</strong> que vuestros ojos se humillen a mirar mi persona. Encendido<br />

el rostro en un finísimo carmín, temblando las manos y encogiendo el cuerpo con la fuerza<br />

<strong>de</strong> la honestidad, me respondió <strong>de</strong> esta manera: a lo primero os digo, señor mio, que no sé<br />

respon<strong>de</strong>r, porque ello se vino sin cuidado, ni elección, ni saber por qué, ni cómo. a lo

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