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Vida del escudero Marcos de Obregón - Biblioteca Virtual Universal

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consuela a los afligidos, ¿Qué trabajos pue<strong>de</strong> tener un estudiante, que no los haya mucho<br />

mayores? El trabajo y necesidad que toca a muchos, y muchos le llevan, se hace sufrible,<br />

aligera y alivia las cargas <strong>de</strong> todos. Cuanto más, que el que con buen ánimo acomete al<br />

trabajo, la mitad tiene hecho, y al fin los valerosos ánimos atropellan las forzosas<br />

necesida<strong>de</strong>s. Dígolo, porque las que pasaron mis compañeros y yo fueron <strong>de</strong> manera, que<br />

pudieran consolar a los estudiantes más llenos <strong>de</strong> miserias <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, y entre otras contaré<br />

una que pue<strong>de</strong> servir <strong>de</strong> risa y <strong>de</strong> consuelo. Hallámonos una noche, entre otras muchas, tan<br />

rematados <strong>de</strong> dineros y paciencia, que nos salimos <strong>de</strong> casa medio <strong>de</strong>sesperados sin cenar,<br />

sin luz para alumbrarnos, sin lumbre para calentarnos, haciendo un frío que en echando el<br />

agua en la calle, se tornaba cristal. Yo fuí en casa <strong>de</strong> cierto discípulo, y diome un par <strong>de</strong><br />

huevos y un panecillo: vine muy contento a casa, y hallé a mis compañeros temblando <strong>de</strong><br />

frío y muertos <strong>de</strong> hambre (como dicen los muchachos), que no osaban <strong>de</strong>senvolver un poco<br />

<strong>de</strong> rescoldo que se había guardado para su menester. Dije lo que traía, salieron a buscar<br />

algunas serojas para avivar el rescoldo; vinieron presto muy contentos, por haberse hallado<br />

un leño bien largo, pusiéronlo al poco rescoldo que había quedado, y soplamos cuanto<br />

pudimos todos tres, y el leño no se quería encen<strong>de</strong>r: tornarnos a soplar una y otra vez; pero<br />

quedándose el leño sin encen<strong>de</strong>r, se hinchó el aposento <strong>de</strong> un humo muy hediondo.<br />

Eché un papel en el rescoldo para que diera luz en el aposento, y en encendiéndose,<br />

<strong>de</strong>scubrió, que el leño era un muy <strong>de</strong>scarnado zancarrón <strong>de</strong> un mulo, que por poco nos<br />

hiciera reventar <strong>de</strong> asco; y si antes no cenamos por no tener qué, <strong>de</strong>spués no cenamos por<br />

eso, y por la náusea <strong>de</strong> nuestros estómagos, que hubo alguno que purgó por dos partes lo<br />

que no había comido, ni cenado, hasta echar sangre por la boca, y el que lo trujo quiso<br />

cortarse la mano. Bien confieso que no son estas cosas para contarse; pero como sean para<br />

consuelo <strong>de</strong> afligidos, y mi principal intento sea enseñar a tener paciencia, a sufrir trabajos,<br />

y a pa<strong>de</strong>cer <strong>de</strong>sventuras, pue<strong>de</strong> llevarse con lo <strong>de</strong>más que no cuento. Todo lo que se<br />

escribe, para doctrina nuestra se escribe, y aunque sea <strong>de</strong> cosas humil<strong>de</strong>s, se ha <strong>de</strong> recibir<br />

para el efecto que se dice. Y habemos <strong>de</strong> pensar, que ni en los ejemplos <strong>de</strong> cosas gran<strong>de</strong>s<br />

hay siempre provecho, ni que en las pequeñas falta doctrina. Tan bien se reciben las fábulas<br />

<strong>de</strong> Hisopo, como las estratagemas <strong>de</strong> Cornelio Tácito. Más gusto se halla en un higo que en<br />

una calabaza: así conté una niñería como esta; porque para <strong>de</strong>cir necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> estudiante,<br />

que son <strong>de</strong> hambre, <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z y mal pasar, también las historias ejemplos han <strong>de</strong> ser <strong>de</strong><br />

pobreza, para consolar a quien la pa<strong>de</strong>ce. No paró aquí la mala ventura <strong>de</strong> aquella noche,<br />

porque estando a la puerta <strong>de</strong> la calle, por no po<strong>de</strong>r sufrir el pestilencial olor <strong><strong>de</strong>l</strong> leño mular,<br />

pasó rondando el Corregidor (que al presente era D. Enrique <strong>de</strong> Bolaños, muy gran<br />

caballero, cortés, y <strong>de</strong> muy buen gusto), y nos dijo: ¿Qué gente? Yo me quité el sombrero,<br />

y <strong>de</strong>scubrí el rostro, y haciendo una gran reverencia, respondí: Estudiantes somos, que<br />

nuestra misma casa nos ha echado en la calle. Mis compañeros se estuvieron con sus<br />

sombreros y ceba<strong>de</strong>ras, sin hacer cortesía a la justicia. Indignose el Corregidor, y dijo:<br />

Llevad presos a esos <strong>de</strong>svergonzados. Ellos, como ignorantes, dijeron: Si nos llevaren<br />

presos, nos soltarán un pie a la francesa; y asiéronlos, y lleváronlos por la calle <strong>de</strong> Santa<br />

Ana abajo: yo con la mayor humildad que pu<strong>de</strong>, le dije: Suplico a vuesa merced se sirva <strong>de</strong><br />

no llevar a la cárcel a estos miserables, que si vuesa merced supiese cómo están, no los<br />

culparía. Tengo <strong>de</strong> ver, dijo el Corregidor, si puedo enseñar buena crianza a algunos<br />

estudiantes. a estos, dije yo, con dalles <strong>de</strong> cenar, y quitalles el frío, los hará vuesa merced<br />

más corteses que a un indio mejicano; y junto con esto (viendo que me escuchaba <strong>de</strong> buena<br />

gana) le conté lo pasado <strong>de</strong> los huevos y <strong>de</strong> la humarada que procedió <strong><strong>de</strong>l</strong> sacrificio

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