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Vida del escudero Marcos de Obregón - Biblioteca Virtual Universal

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cortesía y donaire, dijo: Sr. Roque Amador, ayer pregunté cuál era la cabeza y caudillo <strong>de</strong><br />

esta compañía, porque siéndolo vos, tendría mi partido seguro, por el buen nombre que<br />

tenéis. Que no es hazaña para vos, atormentar una sabandija tan sola y miserable como yo,<br />

ni manchar vuestra opinión, empleando vuestro valor en lo que más os pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>sdorar, que<br />

aumentar vuestro nombre. Si rigiendo y gobernando gente tan <strong>de</strong>sgobernada, cobrastéis la<br />

fama que tenéis en toda la Andalucía, ¿qué parecería ahora, si aniquilaseis este crédito, con<br />

abatiros a una presa tan humil<strong>de</strong> un águila tan valerosa? Más gloria es conservar la ya<br />

adquirida y granjeada con valor propio, que no ponerse en duda, y aventurar lo que ya es<br />

vuestro. Vos os habéis preciado siempre <strong>de</strong> justicia y verdad con misericordia, no será justo<br />

ahora que conmigo solo os falte. Estábamos en la cueva muy atentos, oyendo la retórica<br />

con que el paje hablaba: y el Roque Amador, movido <strong>de</strong> las buenas palabras <strong><strong>de</strong>l</strong> paje,<br />

asegurole que no recibiría daño ninguno diciendo la verdad. Yo estaba confuso, porque me<br />

parecía conocer la voz y habla <strong><strong>de</strong>l</strong> paje; pero no di en quién pudiese ser. Habiendo hablado<br />

con aquella blandura Roque, dijo el paje: Pues si alguna compasión ha llegado a vuestro<br />

piadoso pecho <strong>de</strong> mi tristeza y soledad, dadme palabra por vos y por vuestros compañeros<br />

<strong>de</strong> guardar, como naturalmente <strong>de</strong>béis, mi persona sin agravio ni en secreto, ni en público a<br />

esto dijo aquel picaronazo: Ea, sor paje, <strong>de</strong>snú<strong>de</strong>se, que aquí no enten<strong>de</strong>mos <strong>de</strong> rotrónicas<br />

ni ataugias, sino <strong>de</strong> meter un poco <strong>de</strong> plomo en el cuerpo <strong>de</strong> quien no trae dineros. Dijo el<br />

paje con donaire: Si es tan pesado como vos, el diablo podrá digerirlo, que ya yo me<br />

acuerdo haberos visto a vos o a otro que se os parecía asaeteado en Sierra-Morena. Riose<br />

Roque, y le dijo: óyete, bestia, que el paje habla muy bien: y a vos os digo, gentil hombre,<br />

que os doy palabra, por mí y por mis compañeros no solamente <strong>de</strong> no agraviaros, mas <strong>de</strong><br />

favoreceros y ayudaros en todo lo posible. Pues con esa confianza, respondió el paje,<br />

hablaré como con un pecho lleno <strong>de</strong> valor, misericordia y verdad. Y estando nosotros muy<br />

atentos a lo que pasaba, habló el paje <strong>de</strong> esta manera: Si yo no me consolara con saber que<br />

no soy la primera persona que ha pa<strong>de</strong>cido <strong>de</strong>sventuras y trabajos, y <strong>de</strong>sgracias sin gracia,<br />

con la que resplan<strong>de</strong>ce en vos, me animara en contar mis <strong>de</strong>sdichas: pero como la fortuna<br />

tiene siempre cuidado <strong>de</strong> señalar caídos y <strong>de</strong>rribar levantados, no siendo yo la primera que<br />

ha sufrido sus encuentros y mudanzas, me animo a hablar con libertad. Sabed que yo no soy<br />

hombre, sino mujer <strong>de</strong>sventurada, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber seguido a mi marido por tierra y<br />

mar, con increíbles daños <strong>de</strong> hacienda y persona, y habiendo navegado hasta todo lo<br />

<strong>de</strong>scubierto y mucho más, pa<strong>de</strong>ciendo gran<strong>de</strong>s naufragios por regiones no conocidas, por<br />

misericordias que Dios usó con nosotros, nos venimos a hallar en el estrecho <strong>de</strong> Gibraltar,<br />

don<strong>de</strong> viendo nuestra salvación cierta a vista <strong>de</strong> tierra, bien <strong>de</strong>seada, nos acometió un navío<br />

<strong>de</strong> infieles, viniendo el nuestro <strong>de</strong>smantelado y casi sin gente, y los mantenimientos tan<br />

gastados, que a su salvo cogieron las mujeres, asiéndome a mí primero y a un pajecillo que<br />

me servía, matando a todos los que se <strong>de</strong>fendieron, ya mi marido con ellos. El capitán <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

navío, enamorado <strong>de</strong> mí, quiso por buenas palabras inclinarme a su gusto, y a que ofendiese<br />

la pureza y castidad que <strong>de</strong>bía a mi muerto esposo: no le respondí mal, por que no quisiese<br />

usar <strong>de</strong> la fuerza, que sin <strong>de</strong>fensa podía. Yo, llamando al paje <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> cubierta le puse<br />

mis vestidos, y vestime los suyos, que son los que traigo puestos tenía el muchacho muy<br />

buen rostro, y en saliendo fuera quiso el capitán acometerle, pensando que fuese yo, pero<br />

dando a huir el paje con los vestidos y las jarcias <strong><strong>de</strong>l</strong> navío, enfrascándose cayó en la mar, y<br />

hundiéndose luego no pareció más. Sobre la <strong>de</strong>sdicha <strong>de</strong> la pérdida <strong>de</strong> mi marido y la<br />

pérdida <strong><strong>de</strong>l</strong> paje, yo me había tiznado el rostro, porque se quedase con la fe <strong>de</strong> lo que había<br />

visto, y no me conociese.

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