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Vida del escudero Marcos de Obregón - Biblioteca Virtual Universal

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saben, que<strong>de</strong> esta verdad asentada para la posteridad. Tiene aquella ciudad naturalmente<br />

cosas que se pue<strong>de</strong>n ir a ver, por monstruosas <strong>de</strong> muchas leguas, por la extrañeza <strong>de</strong><br />

aquellas altas peñas y riscos. Es abundantísima <strong>de</strong> todo lo necesario para la vida, y así salen<br />

pocos hombres <strong>de</strong> ella para ver el mundo; pero los que salen, así para soldados como para<br />

otras profesiones, prueban muy bien en cualquiera ministerio, y porque no haga oficio <strong>de</strong><br />

historiador, paso fácilmente por estas verda<strong>de</strong>s. Yo mostré a los merca<strong>de</strong>res lo que pu<strong>de</strong>, y<br />

los <strong>de</strong>jé con intento <strong>de</strong> ir a las Indias occi<strong>de</strong>ntales.<br />

Descanso XXI<br />

YO negocié a lo que iba, y vine a Salamanca, don<strong>de</strong> estuve hasta que se hizo una<br />

armada en Santan<strong>de</strong>r, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> fue general Pedro Melén<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Avilés, a<strong><strong>de</strong>l</strong>antado <strong>de</strong> la<br />

Florida, muy gran marinero, que por ser para navegar se la encomendaron. Yo con el <strong>de</strong>seo<br />

que tenía <strong>de</strong> ver mundo <strong>de</strong>samparé los estudios, y me acogí en compañía <strong>de</strong> un amigo<br />

capitán, que iba haciendo gente para la dicha armada, que quien viera la gente que se juntó<br />

en ella <strong>de</strong> Andalucía y Castilla, juzgara que para todo el mundo bastaba: pero como la<br />

mano <strong>de</strong> Dios lo gobierna todo, y sin su incomprehensible voluntad, ni el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los<br />

reyes, ni el valor <strong>de</strong> los generales, ni la furia <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s soldados es bastante para<br />

<strong>de</strong>rribar la flaqueza <strong>de</strong> un miserable hombre, tuvo infelicísimo fin aquel po<strong>de</strong>roso ejército:<br />

no en batalla, porque no llegó a ese punto, sino que se cundió una enfermedad en los<br />

soldados, <strong>de</strong> que casi todos murieron sin salir <strong><strong>de</strong>l</strong> puerto. Embarcose lucidísima gente moza<br />

y robusta, con muy gran<strong>de</strong>s esperanzas que el gallardo brio les prometía. Yo me embarqué<br />

en una zabra con la compañía en que fuí, aunque con diferente capitán, porque hubo<br />

reformación, y <strong>de</strong> este segundo fuí yo alférez en armada, <strong>de</strong> quien se dijo: Desdichada la<br />

madre que no tuvo hijo alférez. Era almirante don Diego Maldonado, caballero <strong>de</strong> bonísimo<br />

gusto, en cuya gracia yo caí, y en su <strong>de</strong>sgracia nunca, por cuyo respeto me dió su ban<strong>de</strong>ra el<br />

segundo capitán. Diéronme unas tercianas dobles que andaban fuera y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la mar; y<br />

como nunca las cosas, por poco prosperas que sean, se poseen sin envidia, dió en tenerla <strong>de</strong><br />

mí un hidalguete <strong>de</strong> la misma compañía que traía ocho o diez camaradas que procuraban<br />

con gran<strong>de</strong>s veras <strong>de</strong>rribarme <strong><strong>de</strong>l</strong> oficio <strong>de</strong> alférez; pero cuanto más ellos ocasiones me<br />

daban para su intento, tanto más me apartaba yo <strong>de</strong> tomarlas; porque puesto un hombre en<br />

ellas, mal sabe resistirse, y no hay remedio tan excelente para huir los males, como no<br />

aceptar el envite <strong>de</strong> las ocasiones, particularmente en la edad robusta que yo entonces tenia,<br />

que aunque no era muy mozo, era muy colérico, y la enfermedad me hacia andar<br />

<strong>de</strong>sgraciado. Por apartarme <strong>de</strong> este hidalguete me estuve en tierra algunos días sin entrar en<br />

el navío, que todo esto se ha <strong>de</strong> hacer por evitar pesadumbres: y una huéspeda mía me<br />

curaba las calenturas con darme a beber vino <strong>de</strong> Rivadavia con suciedad <strong>de</strong> ratones, que los<br />

enfermos todo lo creen, como vaya en or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> darles salud. Como yo era fogoso, más se<br />

encendían las calenturas, y más se encendía el odio <strong><strong>de</strong>l</strong> envidioso; <strong>de</strong> suerte que por su<br />

causa me mandaron que fuese al navío: hicelo, y aun estando con mi calentura; y como él<br />

estaba puesto en su malicia, <strong>de</strong>terminó con sus camaradas, con quien el pobre gastaba lo<br />

poco que tenía muy bien, <strong>de</strong> darme la ocasión a manos llenas. Yo sabía nadar, y él no; fue<br />

tanta la ocasión, que me obligó a respon<strong>de</strong>r: estando él y sus camaradas al bordo <strong><strong>de</strong>l</strong> navío,<br />

me <strong>de</strong>smintió. Ofrecióseme <strong>de</strong> improviso si le daba un bofetón, que me ponía en peligro<br />

que los camaradas me diesen <strong>de</strong> puñaladas; y así, sin hablar palabra, me abracé con él, y me<br />

arrojé en la mar, y dándole cuatro coces don<strong>de</strong> los camaradas no podían ayudarle, echélo a

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