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Vida del escudero Marcos de Obregón - Biblioteca Virtual Universal

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un don Francisco, ni un don Pedro, sino un Gil, es porque nunca son perseguidores; sino<br />

hombres bajos como Gil Manzano, Gil Pérez; ni para verdugos y comitres buscan, sino<br />

hombres infames y bajos, enemigos <strong>de</strong> piedad, bestias crueles, sin respeto ni vergüenza,<br />

inclinados a perseguir a la gente que ven levantarse en actos <strong>de</strong> virtud, como este miserable<br />

<strong>de</strong> quien os quejáis. De estos la comunicación por ningún camino es buena, porque no son<br />

capaces <strong>de</strong> hacer bien, ni pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> hacer mal; lo cual se ataja, no conociéndolos para<br />

que no lo hagan. Pues suele pasar, dijo, por cerca <strong>de</strong> mí, sin quitarme el sombrero. Eso, dije<br />

yo, o será por <strong>de</strong>scuido, o por <strong>de</strong>scortesía. Si por <strong>de</strong>scortesía, enójese como tengo dicho<br />

consigo propio, porque ha hecho mal, y no os enojéis vos por los pecados <strong><strong>de</strong>l</strong> otro, que fue<br />

<strong>de</strong>scortés y mal criado. Que vos no os habéis <strong>de</strong> alterar, no habiendo cometido culpa: y si se<br />

hace por <strong>de</strong>scuidado, consigo trae la disculpa; porque los que caen en esta inadvertencia, no<br />

po<strong>de</strong>mos juzgar si van pensativos, u ocupados por imaginaciones <strong>de</strong> negocios que pue<strong>de</strong>n<br />

suce<strong>de</strong>r por muchas cosas, e inculpados, <strong>de</strong> que no po<strong>de</strong>mos ser jueces, no tener ciencia, ni<br />

razón <strong>de</strong> sentirnos y alterarnos. Y en esto <strong>de</strong> las cortesías, no tenemos <strong>de</strong> qué enfadarnos.<br />

Lo uno, porque el no usarla con nosotros, no es por culpa nuestra. Lo otro, porque quien da,<br />

no da más <strong>de</strong> lo que tiene, y quien no tiene cortesía, no es mucho que no la dé, y la regla<br />

general es, que en ninguna manera habemos <strong>de</strong> tomar fastidio <strong>de</strong> lo que no suce<strong>de</strong> por culpa<br />

nuestra, que los <strong>de</strong>scorteses su castigo tienen acerca <strong>de</strong> quien los conoce.<br />

Descanso XVIII<br />

SALIENDO <strong>de</strong> Málaga, me paré entre aquellos naranjos y limoneros, cuya fragancia <strong>de</strong><br />

olor con gran suavidad conforta el corazón; y púseme a mirar y consi<strong>de</strong>rar la excelencia <strong>de</strong><br />

aquella población que así por la influencia <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo, como por el sitio <strong>de</strong> la tierra, exce<strong>de</strong> a<br />

todas las <strong>de</strong> Europa en aquella cantidad que su distrito abraza. Y estando en esta<br />

contemplación, vi venir hacia mi una cosa que parecía hombre sobre una mula hablando<br />

entre sí a solas, con un movimiento <strong>de</strong> brazos, meneo <strong>de</strong> rostro y alteración <strong>de</strong> voz, como si<br />

fuera hablando con alguna docena <strong>de</strong> caminantes. Volví la rienda a mi macho, picándole<br />

con toda la priesa posible, antes que pudiese llegar a mí, porque le conocí la enfermedad;<br />

que para huir <strong>de</strong> un hablador <strong>de</strong> estos querría tener, no solamente pies <strong>de</strong> galgo, sino alas <strong>de</strong><br />

paloma: y si ellos supiesen cuán odiosos son a cuantos los oyen, huirían <strong>de</strong> sí propios. Que<br />

la locuacidad, fuera <strong>de</strong> ser enfadosa y cansada, <strong>de</strong>scubre fácilmente la flaqueza <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

entendimiento, suena como vaso vacío <strong>de</strong> substancia, y manifiesta la poca pru<strong>de</strong>ncia <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

sujeto, y tiene tan buena gracia con las gentes, que jamás son creídos en cosas que digan,<br />

porque aunque sea verdad, va tan <strong>de</strong>rramada, ahogada y <strong>de</strong>sconocida entre tantas palabras,<br />

como el olor <strong>de</strong> una rosa entre muchas matas <strong>de</strong> ruda: son estos habladores como el<br />

helecho, que ni da flor ni fruta: son el raudal <strong>de</strong> un molino, que a todos los <strong>de</strong>ja sordos y<br />

siempre él está corriendo. No hay toro suelto en el coso que tanto me haga huir como un<br />

palabrero <strong>de</strong> estos, y en resolución no hay buen rato en ellos sino cuando duermen, como<br />

me sucedió en este, que por mucha priesa que me di a huir, me alcanzó y saludó como el<br />

verdugo por las espaldas, y apenas le hube respondido, cuando me preguntó adón<strong>de</strong> iba, y<br />

<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> era a lo primero le respondí, mas a lo segundo no me dió lugar a que le<br />

respondiese, y prosiguiendo me dijo: Pregunto <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> es vuesa merced porque yo soy <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

reino <strong>de</strong> Murcia, aunque mis padres fueron montañeses, <strong>de</strong> un linaje que llaman los<br />

Collados. a lo menos no callados: miréle mientras iba hartándose <strong>de</strong> hablar (si pudo ser)

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