Vida del escudero Marcos de Obregón - Biblioteca Virtual Universal
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que tenía razonable cuerpo y talle, aunque era con un gran <strong>de</strong>fecto que era zurdo, y quería<br />
parecer <strong>de</strong>recho. Que aunque la fealdad <strong><strong>de</strong>l</strong> zurdo es gran<strong>de</strong>, tengo por peor la <strong><strong>de</strong>l</strong> que<br />
disfraza, o quiere disfrazar la falta natural, porque arguye doblez y artificio en lo interior <strong>de</strong><br />
la condición; y siendo este género <strong>de</strong> hombres tan conocidos por este <strong>de</strong>fecto, como los<br />
eunucos por el <strong>de</strong> las barbas, así quieren persuadir a que no lo son, como estotros a que no<br />
han llegado a edad <strong>de</strong> barbar, y los unos y los otros con querer negarlo, o disimularlo, dan a<br />
enten<strong>de</strong>r cuán gran<strong>de</strong> falta es, pues la niegan.<br />
Este buen hombre, jugando <strong>de</strong> una y otra mano, y arqueando las cejas, que tenía<br />
gran<strong>de</strong>s, con dos rayas entre ellas profundas, ojos aunque no pequeños, cerrados siempre<br />
que hablaba, como si con los ojos se oyera, y todo el rostro acabronado, quiero <strong>de</strong>cir, libre,<br />
alto y <strong>de</strong>svergonzado; dijo mil disparates, a que yo nunca estuve atento, porque le conocí<br />
luego. Contó valentías suyas, a las cuales yo estuve tan atento, como a todo lo <strong>de</strong>más, <strong>de</strong><br />
suerte que nunca me dió lugar para respon<strong>de</strong>rle a lo que me había preguntado, hasta que<br />
habiendo andado dos leguas, como <strong>de</strong> tanto hablar había gastado la humedad <strong><strong>de</strong>l</strong> celebro,<br />
labios y lengua, en una venta que llaman <strong><strong>de</strong>l</strong> Pilarejo, pidió un jarro <strong>de</strong> agua, y en<br />
comenzando a beber le respondí a su pregunta, diciendo: De Ronda. Quitose el jarro <strong>de</strong> la<br />
boca, y díjome: Huélgome porque voy hacia allá <strong>de</strong> llevar tan buena compañía. Tomó el<br />
jarro a la boca, y mientras acabó <strong>de</strong> beber, le dije: Antes es la peor <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, porque no<br />
hablaré palabra en todo el camino. ¿Esa virtud <strong><strong>de</strong>l</strong> silencio, dijo, tiene vuesa merced? Será<br />
pru<strong>de</strong>nte y estimado <strong>de</strong> todo el mundo, que <strong><strong>de</strong>l</strong> poco hablar se conoce la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los<br />
sabios, que es una virtud con que un hombre asegura los daños que por su causa sola<br />
pue<strong>de</strong>n venir. Yo no soy amigo <strong>de</strong> hablar: cuando dan tormento a alguno si no habla ni<br />
confiesa, lo tienen por valeroso, por haber callado lo que le había <strong>de</strong> dañar. En un banquete,<br />
los callados comen más y mejor que los otros, y hablan menos, porque oveja que bala<br />
bocado pier<strong>de</strong>, aunque yo no soy amigo <strong>de</strong> hablar. El sueño tan importante para la salud y<br />
vida, ha <strong>de</strong> ser con silencio. Cuando uno está escondido, como suele suce<strong>de</strong>r, en casa ajena,<br />
por callar se salva, aunque se le salga algún estornudo. Que el silencio es virtud sin trabajo,<br />
que no es menester cansarse con libros para callar. El callado está notando lo que los otros<br />
hablan, para echárselo <strong>de</strong>spués en cara. Yo no soy amigo <strong>de</strong> hablar. Con estos disparates y<br />
otros tan materiales, iba alabando el silencio, y cansándome a mí y prosiguiendo con su<br />
inclinación, dijo: Yo no soy amigo <strong>de</strong> hablar, sino por entretener en el camino a vuesa<br />
merced, que me parece hombre principal, voy aliviando el cansancio. Yo busqué mil<br />
invenciones para librarme <strong>de</strong> él, y seguir mi camino a solas: pero no fue posible <strong>de</strong>jarlo, y<br />
al fin le dije: Señor, yo tengo necesidad <strong>de</strong> apartarme a la mano izquierda, y pasar este río,<br />
porque tengo qué hacer en Coin. ¿Pues por tan <strong>de</strong>sconversable me tiene vuesa merced, dijo<br />
él, que no le había <strong>de</strong> acompañar? El prosiguió, y como no salió bien lo primero, fuime<br />
divirtiendo con los ruiseñores, que nos daban música por el camino, admirandome <strong>de</strong> ver<br />
con cuánto cuidado se van poniendo <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> los hombres para que oigan la melodía <strong>de</strong><br />
su canto, a veces llevando el canto llano con la quietud <strong><strong>de</strong>l</strong> tenor, y luego con la<br />
disminución <strong><strong>de</strong>l</strong> tiple, convidando al contrabajo a que haga el fundamento, sobre que van<br />
las voces saliendo a veces sin pensar con el, contralto. Concierto no imitado <strong>de</strong> los<br />
hombres, sino enseñado a los hombres, a quien sirven con gran cuidado <strong>de</strong> darles gusto,<br />
pues en la orilla <strong>de</strong> aquel río, y en cualquiera parte que los haya, tanto con más excelencia<br />
usan <strong>de</strong> su armonía, cuanto más cerca se hallan <strong>de</strong> los hombres. Con esto pu<strong>de</strong> disimular, y<br />
sufrir algún tanto la gotera y continuación <strong>de</strong> este impertinente hablador, hasta que<br />
llegamos a una venta, don<strong>de</strong> fue forzoso comer. En acabando yo me hice enfermo, por