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Vida del escudero Marcos de Obregón - Biblioteca Virtual Universal

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ganar a Dios la voluntad, vengan a hallar alivio y <strong>de</strong>scanso en los brazos <strong>de</strong> la<br />

murmuración! Que es tan poco humil<strong>de</strong> nuestra naturaleza, que ordinariamente la pobreza<br />

se rin<strong>de</strong> a la envidia, como si el arrepentimiento <strong>de</strong> las partes suspendiese <strong>de</strong> sola la<br />

diligencia humana, sin or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la voluntad divina, y que se aborrezca por cosa infame, lo<br />

que tanto amó el Autor <strong>de</strong> la vida.<br />

Los pobres son piadosos para otros pobres; pero no para los ricos, y si consi<strong>de</strong>rasen con<br />

los ojos <strong><strong>de</strong>l</strong> alma, cuánto mas cargados <strong>de</strong> obligaciones y cuidados están los ricos que los<br />

pobres, sin duda no trocarían su suerte por la <strong><strong>de</strong>l</strong> rico; que al rico todos procuran <strong>de</strong>rribarle,<br />

y al pobre nadie le tiene envidia: y con todo eso su mayor consuelo es murmurar <strong><strong>de</strong>l</strong> que<br />

ven acrecentado o en mejor estado que el suyo; pero <strong>de</strong>jemos ahora a los lacayos gobernar<br />

el mundo, y a las lavan<strong>de</strong>ras aniquilar y <strong>de</strong>shacer lo mejor que hay en él. El hidalgo, aunque<br />

algo <strong>de</strong>sabrido <strong><strong>de</strong>l</strong> suceso, con gran<strong>de</strong>s veras me comenzó a persuadir que fuese con él, yo a<br />

consi<strong>de</strong>rar si me estaba bien; porque cuanto a lo primero yo echaba <strong>de</strong> ver que el andar<br />

vagamundo y ocioso era cosa perniciosa para conservar la reputación y sustentar la vida,<br />

que aunque es así que la ocupación cansa el cuerpo, y la ociosidad fatiga el espíritu, y el<br />

que trabaja piensa en lo que hace <strong>de</strong> bien, y el ocioso en lo que pue<strong>de</strong> hacer <strong>de</strong> mal; gracia<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> cielo es menester para que el ocioso se ocupe en cosas <strong>de</strong> virtud, y mucha fuerza <strong>de</strong><br />

mala inclinación, para que el ocupado se ejercite en el vicio. Muchas veces oí <strong>de</strong>cir al<br />

Doctor Cetina, gran juez, que aborrecía las ocupaciones <strong>de</strong> su oficio, por no saber faltas<br />

ajenas, y por otra parte las <strong>de</strong>seaba por no estar ocioso. Cuanto a lo segundo, consi<strong>de</strong>raba<br />

que no era cordura salir <strong>de</strong> Madrid, a don<strong>de</strong> todo sobra, por ir a una al<strong>de</strong>a, don<strong>de</strong> todo falta;<br />

que en las gran<strong>de</strong>s Repúblicas el que es conocido, aunque anochezca sin dineros, sabe que<br />

el día siguiente no ha <strong>de</strong> morir <strong>de</strong> hambre. En los pueblos pequeños en faltando lo propio,<br />

no hay esperanza <strong>de</strong> lo ajeno: el perro que no es <strong>de</strong> muchas bodas siempre anda flaco. Si el<br />

conejo tiene dos puertas en su vivar, pue<strong>de</strong> salvarse; pero si no tiene más <strong>de</strong> una, luego es<br />

cazado. El hombre que no sabe nadar, en un charco se ahoga: pero el que sabe entrar y salir<br />

en la mar, no se anega. Lo tercero, veía tan inclinado al buen hidalgo a llevarme consigo; y<br />

a mí tan agra<strong>de</strong>cido a quien me quiere bien, que no sabía negárselo, que el agra<strong>de</strong>cer el<br />

amor y las buenas obras es <strong>de</strong> pechos nobles, y la ingratitud <strong>de</strong> tiranos: el que no agra<strong>de</strong>ce<br />

no merece tener amigos: nada tienen los hombres que no sea recibido, y así <strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestro<br />

nacimiento habemos <strong>de</strong> comenzar a agra<strong>de</strong>cer. Tras <strong>de</strong> todo esto consi<strong>de</strong>ré mi estado, y la<br />

obligación natural que tengo a mí propio. El buen hidalgo era no muy rico, y <strong>de</strong> sus<br />

acciones <strong>de</strong>scubría estrecheza <strong>de</strong> corazón; no parecía liberal; pobreza y miseria en un<br />

sujeto, aunque son para en uno, no quiero que sean para mí; yo naturalmente soy enemigo<br />

<strong>de</strong> la escasez, y aun creo que la misma naturaleza le aborrece, siendo como es pródiga en<br />

dar; y a este hidalgo se le echaba <strong>de</strong> ver, que no era escaso por pobre, sino por inclinación:<br />

pero con todo eso me aventuré a no negarle lo que me pedía. Fuime con él a casa <strong>de</strong> cierto<br />

titulo, con quien profesaba parentesco o amistad; porque él tenía necesidad <strong>de</strong> algún regalo,<br />

por las burlas que le habían pasado con el novillo, y en entrando dijo a un <strong>de</strong>spensero <strong>de</strong> la<br />

casa que me regalase: él entendió sin duda que no me regalase, y así lo hizo; <strong>de</strong> manera,<br />

que <strong>de</strong> pura dicta casi se me vino a juntar el pecho con el espinazo. Era ya tar<strong>de</strong>, y<br />

mostróme el dicho <strong>de</strong>spensero un tinelo don<strong>de</strong> comían los criados más importantes <strong>de</strong> la<br />

casa, como son gentiles-hombres y pajes. Llegose la hora <strong>de</strong> cenar, y el tinelo estaba más<br />

escuro que la última cubierta <strong><strong>de</strong>l</strong> navío. Entró cierto galancete, aunque no alto <strong>de</strong> cuerpo, <strong>de</strong>

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