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124 TaIFer <strong>de</strong> <strong>escritura</strong> <strong>creativa</strong><br />
y el cuento resi<strong>de</strong> en la forma. Si tuviéramos que hallar<br />
una equivalencia gráfica a ambos géneros, diríamos que<br />
-por lo general- la crónica es lineal: pasa <strong>de</strong> un hecho a<br />
otro y luego a otro más, mientras que el cuento, por las<br />
características que <strong>de</strong>scribiremos, tien<strong>de</strong> a lo esférico. Los<br />
sucesos actúan como fuerzas que chocan entre sí, provocando<br />
chispas en el encontronazo. De aquí una posible<br />
imagen <strong>de</strong> este género: un punto que estalla.<br />
Cabe aclarar que si para la física fuerza es «toda causa<br />
capaz <strong>de</strong> modificar el estado <strong>de</strong> reposo o <strong>de</strong> movimiento<br />
<strong>de</strong> un cuerpo», para la narrativa sería toda circunstancia<br />
que movilice la historia en cierta dirección.<br />
Piénsalo así: cuando un narrador cuenta un viaje, bordando<br />
sobre la variedad <strong>de</strong> platillos, el paisaje y la gente,<br />
<strong>de</strong>sarrolla una sola fuerza que impulsa su relato <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />
principio hasta el fin <strong>de</strong>l recorrido, y así nos regala una<br />
crónica. Pero cuando el narrador se aparta <strong>de</strong> la <strong>de</strong>scripción<br />
cronológica y elabora un inci<strong>de</strong>nte que imposibilita el<br />
itinerario planeado, <strong>de</strong>sarrolla dos fuerzas: aquella que plantea<br />
el viaje y aquella que lo evita. Nos encontramos entonces<br />
frente a un cuento, como este <strong>de</strong>l que a continuación te<br />
ofrecemos un fragmento. .<br />
Lectura<br />
EL GUARDAGUJAS<br />
JUAN JOSÉ ARREGLA<br />
El forastero llegó sin aliento a la estación <strong>de</strong>sierta. Su gran valija,<br />
que nadie quiso cargar, le había íatigado en extremo. Enjugó<br />
el rostro con un pañuelo, y con la mano en visera miró<br />
los rieles que se perdían en el horizonte. Desalentado y pensativo<br />
consultó su reloj: la hora justa en que el tren <strong>de</strong>bía partir.<br />
Alguien, salido <strong>de</strong> quién sabe dón<strong>de</strong>, le dio una palmada<br />
muy suave. Al volverse, el forastero se halló ante un viejecillo<br />
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