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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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socorro, vino nueva al reino de Albania que el rey de Lidia había vençido en batalla a su<br />

rey, y tenía preso a Andrónico, hijo del rey de Hungría; y como Drusila tenía toda su<br />

esperança en el fin de aquella batalla, pensando que como della saliesse vitorioso el rey de<br />

Albania vernía con Andrónico en su favor y que ambos bastarían para la restituir [en] su<br />

reino, como ya se vio la mísera sin alguna esperança de remedio no hazía sino llorar,<br />

fatigándose amargamente, maldiziendo su suerte desdichada, no sabiendo a quién se<br />

acorrer. No tuvo la cuitada otra cosa de qué asir para el entretenimiento de su consolaçión<br />

sino considerar la causa tan bastante que tenía porque llorar, que le sería ocasión de morir,<br />

y ansí de acabar su dolor; y como Raimundo la importunaba acortándola de cada día más<br />

los términos de su determinaçión, ya como muger aborrida, teniendo por çierto que ningún<br />

suçeso podría venir que peor fuesse que venir en manos de Raimundo siendo vivo su<br />

Andrónico, determinó ir por el mundo a buscar alguna manera como le libertar o morir en<br />

prisión con él; y ansí se vistió de los vestidos de uno de sus hermanos, y cortándose los<br />

cabellos redondos al uso de los varones de la tierra, se armó del arnés y sobre veste de su<br />

hermano sin ser sentida, ni comunicándolo con alguna persona, y un día antes que<br />

amaneçiesse se salió del castillo sin ser sentida de las guardas de fuera, porque a las de<br />

dentro ella las ocupó aquella noche como no la pudiessen sentir; y ansí con la mayor furia<br />

que pudo caminó para el puerto, donde halló una galera ligera que estaba de partida para la<br />

Lidia, en la cual se fletó pagando el conveniente salario al piloto, y con mucha bonança y<br />

buen temporal, hizo su viaje hasta llegar al puerto de su deseado fin. Consolábase la<br />

desdichada en hollar la tierra que tenía en prisión todo su bien; y cuando llegó a la gran<br />

çiudad donde residía el rey teníasse por muy contenta cuando vía aquellas torres altas en<br />

que pensaba estar secrestado su amor, y ansí a la más alta y más fuerte le dezía: «O la más<br />

bienaventurada estançia que en la tierra hay, ¿quién te hizo tan dichosa que mereciesses ser<br />

caxa y buxeta en que estuviesse guardado el precioso joyel que adorna y conserva mi<br />

coraçón?, ¿quién te hizo bote en que ençerrasse conserva tan cordial?, ¡o si los hados me<br />

convirtiessen agora en piedra de tan feliz edefiçio, porque a mi contento gozasse de mi<br />

desseado bien!» Y diziendo estas y semejantes lástimas, llorando de sus ojos se entró en la<br />

çiudad y fuesse derecha al palaçio y casa del rey; y apeada de su caballo se entró a la sala<br />

real, donde hallando al rey, puesta de rodillas ante él, le habló ansí: «Muy alto y muy<br />

poderoso señor, a la vuestra alteza plega saber cómo yo soy hijo del rey de Polonia; y deseo<br />

exerçitarme en las armas para mereçer ser colocado en la nombradía de caballero me ha<br />

hecho salir de mi tierra, y teniendo notiçia que tan aventajadamente se platican las armas en<br />

vuestra corte soy venido a os servir, de manera que si mis obras fueren de caballero,<br />

ofreçida la oportunidad, terneme por dichoso tomar la orden de caballería de tan valeroso<br />

prínçipe como vos; y si en vuestro servicio me reçebís me haréis, señor, muy gran merçed.»<br />

Estaban delante la reina y su hija Sophrosina que era dama de gran beldad, y el hijo del rey,<br />

y como vieron a Drusila tan hermoso y apuesto donzel a todos contentó en estremo, y les<br />

plazió su ofrecimiento, y a Sophrosina mucho más; y después que el rey su padre le<br />

agradeçió su venida y buena voluntad, le ofreçió todo aquel aprovechamiento que en su<br />

casa y reino se le pudiesse dar, Sophrosina le demandó a su padre por su donzel y caballero,<br />

y su padre se le dio, y Drusila le fue a bessar las manos por tan gran merced. Sophrosina<br />

estaba muy ufana de tener en su serviçio un tan apuesto y hermoso donzel, porque<br />

çiertamente ansí como en su hábito natural de muger era la más hermosa donzella que había<br />

en el mundo, y con su beldad no había caballero que la viesse que no la deseasse, ansí por<br />

la mesma manera en el hábito de varón tenía aquella ventaja que toda lengua puede<br />

encareçer, en tanta manera que no había dueña ni donzella que no deseasse gozar de su

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