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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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GALLO. Pues viviendo yo aquí en tanto deleite, tanto plazer, tan amado, tan servido y<br />

tan contento que pareçía que en el paraíso no se podía el gozo y alegría más comunicar: de<br />

noche toda la passaba abraçado con mi diosa, y de día íbamos a estanques, riberas de ríos y<br />

muy agraçiadas y suaves fuentes; a bosques, xardines, huertos y vergeles, y todo género de<br />

deleite, a pasear y solazar en el entretanto que se llegaban las horas del çenar y comer.<br />

Porque para esto tenía por su arte en sus huertas y tierra grandes estanques y lagunas en las<br />

cuales juntaba todos cuantos géneros de pescados hay en el mar: delfines, atunes,<br />

rodaballos, salmones, lampreas, sabalos, truchas, mulos marinos, congrios, marraxos,<br />

coraçinos, y otros infinitos géneros de pescados, los cuales puestos allí a punto echando los<br />

ançuelos o redes, los hazía fáçilmente caer para dar plazer a los amantes. Demás desto tenía<br />

muy deleitosos bosques de laureles, palmas, çipreses, plátanos, arrayanes, çedros, naranjos<br />

y frescos chopos y muy poderosos y sombríos nogales, y otras espeçies de árboles de gran<br />

rama y ocupaçión; y todos éstos estaban entretexidos y rodeados de rosas, jazmines,<br />

azuzenas, yedras, lilios y de otras muy graçiosas flores y olorosas que junto a unas<br />

perenales y vivas fuentes hazían unas suaves cárçeles y unos deleitosos escondrixos<br />

aparejados para encubrir cualquier desmán que entre damas y caballeros hiziesse el amor;<br />

por aquí corrían muy mansos conejos, liebres, gamos, çiervos, que con manos, sin corrida,<br />

los caçaba cada cual. En estos plazeres y deleites me tuvo çiego y encantado esta maga un<br />

mes o dos, no teniendo acuerdo, cuenta, ni memoria de mi honra y fe debida a mi prínçipe y<br />

señor, el tiempo perdido, mi viaje y compañía; ni de la ocasión que me truxo allí; y ansí un<br />

día entre otros (porque muchos días, ni lo podía ni osaba haçer) me bajé solo a un jardín por<br />

me solazar con alguna libertad, y de allí guiado no sé por qué buen destino que me dio,<br />

traspuesto fuera de mí, sin tener miramiento ni cuenta con la tierra, ni con el çielo, con el<br />

sereno, nublo, ni sol, el alma sola traspuesta en sí mesma iba traçando en manera de<br />

elevamiento y contemplaçión la ventaja que los deleites del çielo tenían a los de por acá; y<br />

ansí passé de aquel jardín a un espeso y çerrado bosque sin mirar por mí; y por una angosta<br />

senda caminé hasta llegar a una apazible y deleitosa fuente que con un graçioso corriente<br />

iba haciendo un sonido por entre las piedras y yerbas que sacaba los hombres de sí, y con el<br />

descuido que llegué allí me arrimé a un alto y fresco arrayán, el cual, como los miembros<br />

descuidados y algo cansados derroqué sobre él, començó a gemir, y como quien soñando<br />

que se ahoga, o está en algún peligro despierta, ansí con gran turbaçión volví sobre mí; pero<br />

tornéme a sosegar cuando consideré estar en tierra y casa donde todas las cosas causan<br />

admiraçión, y el manjar en el plato acontece hablar; y como sobre el arrayán más el cuerpo<br />

cargué, tornó con habla humana a ser quexar diziendo: «Tente sobre ti, no seas tan cruel».<br />

Y yo como le oí que tan claro habló, levantéme de sobre él y él me dixo: «No temas ni te<br />

maravilles, señor, que en tierra estás donde has visto cosas de más espanto que verme<br />

hablar a mí.» Y yo le dixe: «Deesa, o ninpha del boscaxe, o quien quiera que tú seas,<br />

perdona mi mal cometimiento, que bien creo [que] tienes entendido de mi que no he hecho<br />

cosa por te ofender, que la inorançia y poca esperiençia que tengo de ver espíritus humanos<br />

cubiertos de cuerpos y corteças de árboles me han hecho injuriar con mis descuidados<br />

miembros tu divinidad. Ansí los buenos hados en plazer contino effectúen tu dichoso<br />

querer, y las çelestiales estrellas se humillen a tu voluntad, que me hables y comuniques tu<br />

humana voz, y me digas si agora o en algún tiempo yo puedo con algún beneffiçio purgar la<br />

offensa que han hecho mis miembros a tu divino ser, que yo juro por vida de mi amiga<br />

aquella que morir me haze, de no reusar trabajo en que te pueda servir. Declárame quién<br />

eres y qué hazes aquí». Respondióme él: «No soy, señor, yo deesa, ni ninpha del bosque.<br />

No sé cómo me has tan presto desconoçido, que yo soy tu escudero Palomades. Pero no me

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