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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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GALLO]. En este tiempo había en la sala mucha paz, porque ya Alçidamas se començó<br />

a dormir, y por las partes inferiores y superiores començó a roncar con gran furor. Entonçes<br />

dixo el prior: «salva res est», y de consejo de todos fue que le atassen pies y manos por<br />

poder passar su fiesta más en paz; y ansí se levantó Dionico, maestro de capilla de la iglesia<br />

mayor, con otros seis cantores que estaban allí, los cuales todos puestos en calças y jubón le<br />

ataron [con una cuerda] fuertemente las manos y pies < >.<br />

MIÇILO. Nunca de cantores se pudo tan buen consejo esperar.<br />

GALLO. Ni por esto Alçidamas despertó. Dionico con sus seis compañeros quedando<br />

ansí en medio de la sala començaron a cantar y bailar: cantaban cantares del mesmo jaez y<br />

peor, y después çelebraron la fiesta < > de los matachines, hazían puestos y visajes tan<br />

desvergonçados y suçios que aun acordándome [agora] estoy por vomitar, porque < ><br />

vinieron los compañeros a poner sus bocas, rostros y manos en partes y lugares que por<br />

reverençia del saçerdoçio de que eran todos señalados no lo quiero dezir, y aun no me<br />

querría acordar. Pues como éstos acabaron su suçia y desautorizada fiesta se fueron a sentar<br />

cada cual en su lugar, y procedió el comer y beber, [que aun no se había dado fin].<br />

MIÇILO. Dime por tu amor, gallo, desto todo que estos clérigos hazían, ¿qué sentían y<br />

hazían los casados?<br />

GALLO. Todos dexaban de comer y miraban en los clérigos con gran atençión. Las<br />

dueñas con sus pañizuelos fingiendo limpiarse el sudor cubrían sus rostros no queriendo de<br />

empacho ver aquellas suçias maneras de festejar, porque aun viles joglares se desdeñarían<br />

tratarlas, por no perder crédito con el auditorio. Estando en esto que todos < > callaban,<br />

entró un mochacho en medio de la sala, y saludando con el bonete en la mano a Aristeneto<br />

en alta voz le dixo: «Señor Aristeneto, mi amo Etemocles, cura de Sancto Eugenio, me<br />

mandó que delante de todos cuantos están en este convite te leyesse este carta que te envía;<br />

por tanto, mira si me das liçençia.» Aunque Aristineto, pensó si sería bueno tomar la carta<br />

al mochacho y después leerla, en fin de consejo de todos aquellos varones graves que<br />

estaban a los lados se le dio liçençia para la leer, [y prinçipalmente porque todos la<br />

deseábamos oír]; y ansí el mochacho en alta voz, callando todos, començó:<br />

«Muy noble Aristeneto. Este tu Etemocles, antiguo capellán y padre de confessión, como a<br />

hijo muy querido te envía a saludar, y no quiero que tengas presunçión que por esto que te<br />

escribo, y a tal tiempo, sea yo muy cobdiçioso de convites, porque < > mi vida pasada, y de<br />

otras vezes que ya me has convidado ternás entendida mi templada condiçión, y también lo<br />

tienen mucho antes bien conoçido de mí otros muy más ricos que tú, que de cada día me<br />

convidan a sus çenas y comidas, y las rehúso porque sé bien los desmanes y desbarates que<br />

en semejantes congregaçiones y lugares se suelen ofreçer. Pero agora muévome a te<br />

escrebir porque como la afrenta me has hecho pública y en ese lugar donde estás, es mucha<br />

razón que públicamente y en ese lugar [donde estás] me hayas de satisfazer. A todos es<br />

notorio, señor Aristeneto, ser yo tu confesor desde que agora diez años te quisiste morir,<br />

que público fue en esta çiudad que yo solo hallándote usurero público cambiador, porque<br />

no te negassen la sepoltura sagrada como a tal, te hize prestar cauçión, y pregonar<br />

públicamente que porque estabas en el artículo de morir viniessen a tu casa todos cuantos a<br />

tu hazienda por cambios, o intereses usurarios, tuviessen hazión [y derecho], que tú se lo

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