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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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pensando venirme acá a descansar de tan incomportable trabajo, porque en la verdad yo<br />

hallo que el deleite ni descanso no consiste en gozar perpetuamente de las mesmas cosas,<br />

pero conveniente en tiempos usar de la diversidad y mudança dellas»; yo le respondí: «Pues<br />

dime, o sabio Chiron, ¿sientes te mejorado en esta vida que tienes en el infierno?» Él me<br />

respondió: «Aunque no mejorado, no me tengo por muy agraviado, Menipo, porque si acá<br />

reçibe tomento y pena el alma no me era menor tormento la importunidad que me daba el<br />

cuerpo por la neçesidad que tenía de regalarle y sobrellevarle allá, y esta ventaja hay acá, la<br />

igualdad en que vivimos todos, porque no hay pena a que se iguale la obligaçión que se<br />

tiene en el mundo a tenerse respecto entre sí los hombres: a los parientes, a los amigos, a<br />

los vezinos, a los perlados, a los prínçipes, reyes y señores; en conclusión, universalmente<br />

unos a otros; acá siempre estamos en un ser, libertados de aquellas pesadumbres de allá.» Y<br />

yo le dixe: «Mira, Chiron, pues eres sabio no te contradigas en lo que una vez dixeres,<br />

porque es gran descuido; porque si tú dizes que dexaste el mundo porque te daba hastío<br />

usar a la contina de las mesmas cosas, mucho más te enhastiarás aquí, pues en las mesmas<br />

has de estar para siempre [jamás].» Respondióme: «Ansí lo veo yo agora por experiençia<br />

que me engañé, Menipo, pero ya, ¿qué quieres que haga?» Y como le vi vençido por no le<br />

dar más miseria con mi importunidad le dixe: «Sólo esto quiero, Chyron, que vivas<br />

contento con la suerte que posees, y en aquello prestes paçiençia que sin mayor mal evitar<br />

no se puede.» Y ansí desapareçió de ante mí aquella alma. Estaban por allí religiosos<br />

apóstatas, falsos prophetas y divinadores, zarlos, cuestores, y otra gran trulla de gente<br />

perdida. Estaban letrados, abogados, juezes, escribanos y offiçiales de audiençias y<br />

chançellerías. Vimos tanto que no hay juizio que te lo baste descrebir en particular, basta<br />

que cuanto yo puedo te sé dezir que va tanta differençia de lo oír a lo ver, como de la<br />

apariençia a la existençia, como de lo vivo a lo pintado, como de la sombra a lo real. En fin,<br />

quiero dezir, que con todas las fuerças humanas no se puede pintar con la lengua, ni<br />

encaresçer tanto el dolor y miseria que padeçen allí los condenados que en cantidad de una<br />

muy pequeña hormiga, o grano de mixo se pueda sentir por ningún entendimiento cuanto<br />

quiera que tenga la posible atençión. Se dezir que cuando me hubiere mucho fatigado por<br />

dezir más, no habré dicho una mínima parte de lo infinito que allí hay. Y ansí vimos a<br />

deshora en una alta roca un alto y muy fuerte castillo de doblado muro que con gran<br />

continaçión ahumaba, donde nos dixeron habitar Luzifer; y ansí guiamos para allá.<br />

Frecuentaban mucho los demonios entrar y salir, que no pareçía sino casa de una<br />

chançillería, o de universal contrataçión, porque era tanta la multitud y concurso de<br />

demonios y almas que con gran dificultad podimos romper. Entramos unas puertas de fino<br />

diamante a un gran patio, donde en el fin de una gran distançia estaba un gran trono que me<br />

pareçió ser edificado del fuerte y inviolable mármol, donde estaba sentado Luzifer. Era un<br />

gran demonio que en cantidad era muy mayor, más terrible, más feo y más espantoso que<br />

todos los otros sin comparaçión; tenía un gran ceptro de oro en la mano, y en la cabeça una<br />

poderosa corona imperial, y todos le tenían gran obediençia. Pero tenía muy gruesas<br />

cadenas que con muy fuertes candados le ataban y amarraban en la fuerça de aquel mármol<br />

del teatro donde estaba sentado, que mostraba en ningún tiempo se poder mover de allí.<br />

Dizen que estos candados le echó Cristo cuando entró allí por los sanctos padres al tiempo<br />

de su resurreçión, y que entonçes le limitó el poder, porque antes de la muerte de Cristo<br />

todo el universo tenía usurpado Luzifer, y a todos los hombres llevaba al infierno para<br />

siempre jamás. Puestos allí ante el juez infernal había tanta grita, tantas quexas, tantas<br />

demandas que no sabía cuál oír, porque es aquel lugar natural vivienda de la confusión.<br />

Pero el Luzifer los mandó callar y dixeron unos demonios ançianos: «Señor, ya sabéis

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