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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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aquellos arriscados y belicosos capitanes, porque todos fueron de tres recuentos heridos y<br />

sacados del campo, como te he contado...<br />

[MIÇILO. ¿No supiste si el perlado los castigó? Porque çierto en un tan desbaratado<br />

aconteçimiento había con grandes penas de proveer.<br />

GALLO. Supe que ese otro día los había el vicario llevado a la cárçel a todos y que se<br />

sentençió que ninguno había incurrido en irregularidad, porque se averiguó ninguno estar<br />

en su juizio y libre poder. Pero, en fin, a cada uno dellos condenó cual en seis ducados, y a<br />

otros a diez para la cámara del obispo que la tenía necesidad de se trastejar.<br />

MIÇILO. ¡O qué cosa tan justa fue!<br />

GALLO]. Pues quedando la otra gente < > ansí muy confusos y embobados de ver en<br />

gente de tanto exemplo tanto desmán, todos los seglares se salieron cada cual con su muger<br />

sin saludar al huésped ni ser sentidos de alguno. Luego Dionico, maestro de capilla, y todos<br />

sus compañeros pensaron qué hazer por volver la fiesta a su debido lugar, y como fue<br />

echada la bendiçión y oraçión de la messa, llegósse Dionico al misacantano con la mano<br />

llena de tizne de una sartén y entiznóle todo el rostro que no le quedó cosa blanca; y<br />

como no tenía padrino le tomaron por fuerça y lleváronle fuera de la casa, a la puerta donde<br />

estaba el medio pueblo, < > y vistiéronle un costal abierto por el suelo que se acababa de<br />

vaçiar del harina, y salió Dionico a la calle en alta voz diziendo: «Ecce homo.» < ><br />

MIÇILO. Propriamente lo pudo dezir.<br />

GALLO. Pues ansí le subieron en un asno y le llevaron con gran denuesto por todo el<br />

lugar.<br />

MIÇILO. Dime, gallo, en el entretanto que estas cosas pasaban, ¿qué pensabas tú?<br />

GALLO. En el entretanto que estas cosas se celebraban pensaba yo otras muchas: lo<br />

primero que consideraba era que aquel nuevo ungido por saçerdote representaba al<br />

verdadero Cristo, saçerdote eterno según el orden de Melchisedech, y allí en aquel mal<br />

tratamiento se me representó todo el que [Cristo] padeçió por mí en sus vituperios, injurias<br />

y tormentos, en tanta manera que no me pude contener sin llorar, y dolíame mucho porque<br />

era tanta la çeguedad de aquellos vanos saçerdotes que sin templança alguna proseguían en<br />

aquella vanidad con tanta disoluçión, perdida la magestad y reverençia debida a tan alta<br />

dignidad y representaçión de nuestro Dios; y para alguna consolaçión mía pensé ser aquello<br />

como vexamen de doctor, porque aquel nuevo saçerdote no se ensoberbezca por ser de<br />

nuevo admitido a tan alta dignidad; y después desto consideraba en todo lo que en la<br />

comida había preçedido entre aquellos que tenían el título y preeminençia en la auctoridad<br />

y letras, pensando que no hay cosa más preçiosa en ellas que procurar el que las estudia<br />

componer la vida con ellas < >.<br />

MIÇILO. Por çierto que me has admirado, gallo, con tu tan horrenda historia, o por<br />

mejor dezir, atroz tragedia. ¡Cuán común cosa es faltar los hombres de su mayor<br />

obligaçión! Supliquemos a nuestro Señor los haga tan buenos que no erremos en los imitar,

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