El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal
El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal
El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
festejar; en conclusión, por el rostro, semblante y dispusiçión no hubiera hombre que me<br />
conoçiesse si no fuera por el nombre, tan trocado y mudado tenía todo mi ser. Luego como<br />
mirándome vital y de capitán fiero estimado me hallé convertido en viçiosa y delicada<br />
muger, de vergüença me quise morir; y se me cayeron las hazes en el suelo sin osar levantar<br />
los ojos aun a mirar el sol, marchito, confuso y sin saber qué dezir; y en verdad te digo que<br />
fue tanta la vergüença que de mí tenía, y el arrepentimiento, y pessar que en mi spíritu<br />
entró, que más quisiera estar so tierra metido que ofreçerme a ojos de alguno que ansí me<br />
pudiera ver. Pensaba dónde iría, quién me acogería, quién no se reiría y burlaría de mí.<br />
Lastimábame mi honra perdida, mis amigos que me aborreçerían, mis parientes que me<br />
huirían. Comienço en esto tan miserable y cuitadamente a llorar, que en lágrimas me<br />
pensaba convertir. Dezía: «¡O malditos y míseros placeres del mundo, qué pago tan<br />
desventurado dais! ¡O plugiera a Dios que fuera yo a la guerra y mil vezes muriera yo allá<br />
antes que haber yo quedado en este deleite acá! Porque con la muerte hubiera yo hecho la<br />
xornada mucho a mi honra, y ansí quedando acá muero çien mil vezes de muerte vil sin<br />
osar pareçer. He faltado a mí, a mi prínçipe y señor.» Por muchas vezes miré por el rededor<br />
de aquella fuente por ver si habría alguna arma, o instrumento de fuerça con que me poder<br />
matar, porque la mi maga de armas y de ánimo me privó, y ansí con esta cuita me volví al<br />
arrayán por preguntar a mi compañero si había dexado sus armas por allí, siquiera por<br />
poder con ellas caminar y por me defender si alguna de aquellas malas mugeres saliesse a<br />
mí; y como junto a sí me vio començó a darme grandes vozes: «Huye, huye, señor, que ya<br />
aparejado el yantar anda la tu maga muy cuidadosa a te buscar, y si te halla aquí sospechosa<br />
de tu fe tomará luego vengança cruel de ti, porque esto usan estas malaventuradas de<br />
mugeres por más que amen, si alguno les falta y yerra no fían del hombre más, y nunca se<br />
acaban de satisfazer, porque siempre quieren muy hartas de todos trihunfar.» Y ansí<br />
alçando mis faldas al rededor començé con grande esfuerço a correr cara donde sale el sol,<br />
iba huyendo sudando, cansado y caluroso, volviendo a cada passo el rostro atrás. Plugo a<br />
los mis bienaventurados hados que habiendo corrido dos horas, aunque con gran fatiga y<br />
dolor, por aquel bosque espeso çerrado de aspereça y matorral, en fin salí de la tierra de<br />
aquella mala muger; porque a cualquiera hombre que con efficaz voluntad quiere huir de<br />
los viçios le ayuda luego Dios. Y como fuera me vi, humillado de rodillas, puestas las<br />
manos al çielo, con ánimo verdadero demandé perdón dando infinitas graçias a Dios por tan<br />
soberana merçed. Sentéme a una fuente que vi allí, la cual, aunque no tenía al rededor<br />
aquella deleitosa sombra de aquellas arboledas y rosas que estaban en el bosque de la<br />
encantadora, me dio a mí mayor deleite y plazer, por ofreçérseme a mayor neçesidad; y<br />
tomando con las manos agua me començé a lavar el rostro, cabeza y boca por echar de las<br />
venas y huesos el calor inmenso que me abrasaba; y ansí desnudándome de todas aquellas<br />
delicadas ropas y atavíos me aireé y refresqué, proponiendo de en toda mi vida más me las<br />
vestir. Arrojé por aquel suelo collar, oro y joyas que saqué de aquel Babilón, pareçiéndome<br />
que ningún día por mí pasó más bienaventurado que aquél en que ansí me vi muerto de<br />
hambre y sed; temía aquellos arreos y delicadeças no me tornassen otra vez a encantar,<br />
pareçiéndome tener en sí un no sé qué, que aun no me dexaba del todo volver en mí; y ansí<br />
lo más pobre y sençillo que pude començé a caminar poniendo mil protestaçiones y juras<br />
sobre mí de nunca ir donde hombre me pudiesse conoçer. Yendo por aquellos caminos y<br />
soledad me deparó Dios un pastor que de pura piedad con pan de centeno y agua de un<br />
barril me mató hambre y sed; y por acabar de echar de mí del todo aquellos embeleñados<br />
vestidos hize trueque con algunos andraxos que él me quiso dar. Pues con aquella pobre<br />
refeçión llegué ya casi que anocheçía a un monasterio de frailes de San Bernardo que