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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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aquel lugar de toda miseria, que en breve tiempo se acababan los hombres por la<br />

dispusiçión del lugar, porque demás de otros daños grandes que tenía era grande su<br />

humidad, porque estaban en dos o tres lugares dél manaderos de agua para el serviçio de la<br />

fuerça. Teníamos el cuerpo echado en la tierra, los pies metidos en una viga que cabían<br />

çincuenta personas, y el cuello en la cadena, y ningún exerçiçio humano se había de hazer<br />

sino en el mesmo lugar, de manera que sólo el infiçionado olor que en aquella cárçel salía<br />

era de tanta corrupción que no había juizio que en breve tiempo no le bastasse corromper,<br />

sino al mío, que huía la muerte de mí. Ni yo nunca padeçí en ningún tiempo muerte que no<br />

fuesse de mejor suerte que aquella vil y miserable vida que allí passé. No teníamos otra<br />

recreaçión, sino sacarnos en algunos tiempos alguna cantidad de nosotros a trabajar en los<br />

edifiçios y reparos de los muros y fuerças de la çiudad, y ansí salíamos cargados de hierros;<br />

siendo nuestro más prinçipal mantenimiento sólo pan de çebada o çenteno; y aun plugiera a<br />

Dios que dello alguna vez nos pudiéramos remediar. [Esto quiero que notes: que a la<br />

contina los maestros de las obras escogían los mejores y más dispuestos trabajadores, de<br />

manera que convenía esforçarnos en la mayor flaqueza nuestra a trabajar más que lo sufrían<br />

nuestras fuerças, por gozar de aquella miserable recreaçión. En fin, comprábamos con<br />

nuestros serviles trabajos aquella captiva libertad de algún día que al trabajo nos querían<br />

elegir.] En esta vida, o por mejor dezir muerte, passé dos años, que del infierno no había<br />

otra differencia sino la perpetuidad. Aquí había una sola esperança de salud, y era que<br />

cuando se aparejaba armada, escogía el capitán entre nosotros los de mejor dispusiçión para<br />

el remo, y aquéllos salían que él señalaba; desnudos y aherrojados a un banco los ponían un<br />

remo en la mano y los avisaban que remassen con cuidado, si no con un pulpo o anguilla<br />

que traía en la mano el capitán de la galera los çeñía por todo el cuerpo que los hazía<br />

despertar al trabajo. Ésta era la más cierta ventura en que nos podíamos libertar, porque<br />

yendo aquí el sucesso de la batalla era de nuestro bien o mal ocasión; y ansí suçedió que<br />

por mandado del gran turco aparejó una gran flota Barbarroja para correr la Calabria y el<br />

reino de Siçilia, y quisieron los mis hados que fuesse yo elegido con otros cristianos<br />

captivos para un remo, donde fue puesto en aquella dispusiçión que los otros; y ansí<br />

pasando el mar Adriático salió de Génova Andrea Doria, capitán de las galeras del<br />

Emperador, con gran pujança de armada, y dio en la flota turca con tan gran ardid que en<br />

breve tiempo la desbarató echando a lo hondo cuatro galeras, y prendió dos, en la una de las<br />

cuales venía yo; y el cosario Barbarroja se acogió con algunas que le pudieron seguir. Pues<br />

suçedió que luego nos metieron con la presa en el puerto de Génova, y como se publicó la<br />

vitoria por la çiudad todos cuantos en la çiudad había acudieron al agua a nos ver. Agora<br />

oye, Miçilo, y verás cómo a lo que Dios ordena no podemos huir.<br />

MIÇILO. Dichoso gallo, di, que muy atento te estoy.<br />

GALLO. Pues como ya te dixe, Arnao había corrido a Londres y toda Ingalaterra,<br />

Brabante, Flandes, Florençia, Sena, Veneçia, Roma, Milán y todo el reino de Nápoles, [y<br />

Lombardía], buscándome con la diligencia y trabajo posible; y no me habiendo hallado en<br />

dos años passados vino a Génova por ver si podría haber alguna nueva de mí, y ansí<br />

suçedió llegar al puerto por ver desembarcar la gente del armada, donde entre la otra gente<br />

alcançó a me ver y conoçer de lo cual no reçibió poca alegría su coraçón, y habiendo<br />

conçebido que por causa del temor y empacho que dél yo ternía por ningunos regalos ni<br />

palabras se podría apoderar de mí, ni yo me confiaría dél, mas que en viéndole echaría yo a<br />

huir, por tanto pensó lo que debía de hazer para cobrar el amigo tan deseado; y ansí con

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