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El Crotalón - Biblioteca Virtual Universal

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MIÇILO. Muy bien dizes, hágase ansí. Quisiera que me dixeras cómo te hubiste cuando<br />

eras cura con tus feligreses.<br />

GALLO. Eso te diré yo de muy buena voluntad, y cantarte he otras muchas cosas muy<br />

graciosas, que confío holgarás de oír. Porque [en el canto que se sigue] te contaré [de] un<br />

mancebo de ánimo generoso, çiego y obstinado en los deseos y apetito de la carne;<br />

encantado y hechizado con el veleño y embaimiento de una maga mala muger. Çiego de la<br />

razón, [disipando el tesoro del buen natural que de su padre Dios heredó], hasta que por su<br />

divina misericordia me quiso alumbrar para salir de tan gran confusión y bestialidad.<br />

MIÇILO. Pues agora calla, que llaman a la puerta, que deben de venir a comprar.<br />

Fin del cuarto canto del gallo < >.<br />

Argumento del quinto canto del gallo<br />

En el quinto canto que se sigue el auctor, debajo de una graçiosa historia, imita la<br />

parábola que Cristo dixo por San Lucas en el capítulo quince < >. Verse ha en agraçiado<br />

estilo un viçioso mançebo en poder de malas mugeres, vueltas las espaldas a su honra, a los<br />

hombres y a Dios, disipar todos los doctes del alma, que son los thesoros que de su padre<br />

Dios heredó. Y veráse también los hechizos, engaños y encantamientos de que las malas<br />

mugeres usan por gozar de sus laçivos deleites por satisfazer a sola su sensualidad.<br />

MIÇILO. Por çierto, pessado tienen los gallos el primer sueño, pues con haberse entrado<br />

este gallo acostar dos horas antes que anocheçiesse, y haber ya más de dos horas que<br />

anocheció, no ha mostrado despertar.<br />

GALLO. No pienses, Miçilo, que aunque no canto que duermo, porque yo despierto<br />

estoy aguardando a que vengas de la çena al trabajo.<br />

MIÇILO. Pues, ¿por qué no cantas, que ya hubiera yo venido?<br />

GALLO. No canto porque, aunque nosotros los gallos somos músicos de nación,<br />

tenemos esta ventaja a los músicos de allá: que nosotros tenemos tanto seso y cordura en<br />

nuestro canto que con el buen orden de nuestra música gobernáis vuestras obras como con<br />

muy çierto y regalado relox. Pero vuestros músicos cantan sin tiempo, orden y sazón,<br />

porque han de careçer de seso para bien cantar. Cantamos a la medianoche, y ésta no la es;<br />

y cantamos al alba por dar loores a Dios nuestro Hazedor y criador.<br />

MIÇILO. Pues ante todas las cosas te ruego me digas: cuando fueste capellán de aquel<br />

curazgo (que cura te podemos llamar), ¿cómo te sabías haber con tus ovejas? ¿Cómo sabías<br />

repastar tus feligreses? ¿Cómo te habías en su gobierno y confessión? Porque no sé quién<br />

tiene mayor culpa, el cura proprio por encomendar su ganado a un hombre tan sin letras<br />

como tú, o tú en lo açeptar.

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