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La lealtad de los delincuentes - tonisoler

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con su mujer. Ella no me soportaba y yo no la soportaba a ella, así que mis<br />

sentimientos confrontados acabaron por hacerme renunciar y no le llamé.<br />

A<strong>de</strong>más, tenía la certeza <strong>de</strong> que el<strong>los</strong> apreciaban más a Valentina que a mí y<br />

eso era algo que yo, particularmente, no podía soportar. ¡Que les <strong>de</strong>n! ¡Es una<br />

zorra! Ya se darán cuenta.<br />

Marqué el número <strong>de</strong> Car<strong>los</strong>. Contestador.<br />

Marqué el número <strong>de</strong> Álex. Contestador.<br />

Marqué el número <strong>de</strong> Quique.<br />

—Tonelo, te llamo luego, me pillas cambiando pañales —contestó y colgó.<br />

Marqué el número <strong>de</strong> Dani. Contestador.<br />

Pensé en llamar a alguna chati, pero no tenía muchas ganas <strong>de</strong> compartir<br />

ese maravil<strong>los</strong>o domingo primaveral con ninguna <strong>de</strong> mis ocasionales<br />

amiguitas <strong>de</strong> juerga nocturna. Sólo quería ver a Marta, pero ella ahora tenía<br />

novio y seguramente estaría con él. Mala opción.<br />

Marta y yo nos conocíamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía años. Habíamos estudiado juntos<br />

en la universidad. Ella era mi mejor amiga, podía contarle cualquier cosa.<br />

Inteligente, dulce, comprensiva, apasionada y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>cía que me quería<br />

con locura, aunque nunca hubiésemos tenido una oportunidad; cuando ella<br />

estaba sola yo estaba con alguien y a la inversa. Nunca había pasado nada. Yo<br />

también la quería. Me quedé con las ganas <strong>de</strong> llamarla.<br />

Marqué el número <strong>de</strong> Angelito. Última opción.<br />

—¡Tonelo! ¿Qué pasa, tío? Te perdiste una partidita ayer <strong>de</strong> las buenas, vino<br />

el cabrón <strong>de</strong> Quique. No sé cómo coño consiguió que su mujer le <strong>de</strong>jara. El muy<br />

bribón nos <strong>de</strong>splumó a todos. Tenías que haber visto la cara <strong>de</strong> Car<strong>los</strong>, con lo<br />

rata que es y perdió cincuenta pavos. ¿Por qué no viniste? —me preguntó <strong>de</strong><br />

forma un tanto inquisitiva.<br />

—Me salté el cumpleaños <strong>de</strong> mi hermana ayer a mediodía y me tocó ir a<br />

cenar con mis viejos por la noche.<br />

—Vaya putada.<br />

—Hay carreras. ¿Vienes y las vemos? —le pregunté, con la esperanza <strong>de</strong> no<br />

pasar el domingo solo en casa—. Sacamos la tele al jardín y encen<strong>de</strong>mos la<br />

barbacoa. Aún queda carne congelada <strong>de</strong>l fin<strong>de</strong> pasado.<br />

—No creo que pueda. Tengo que ir a recoger la caja <strong>de</strong> ayer y ya sabes que<br />

la pela es la pela.<br />

Angelito había nacido con un pedazo <strong>de</strong> pan <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l brazo. Era hijo<br />

único y al jubilarse sus padres le habían <strong>de</strong>jado a cargo <strong>de</strong>l negocio familiar:<br />

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