La lealtad de los delincuentes - tonisoler
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—Sí, ¿has averiguado el propietario? —pregunté.<br />
—¿Alguna vez te he fallado?<br />
—Nunca.<br />
—<strong>La</strong> casa es propiedad <strong>de</strong> un tal Mario García. Por cierto. En <strong>los</strong> últimos<br />
días se ha pedido información sobre esa misma finca en varias ocasiones y<br />
existen documentos pendientes <strong>de</strong> <strong>de</strong>spacho. No es mi Registro y no te he<br />
podido averiguar más, pero algo me dice que se ha vendido recientemente.<br />
—¿Alguna cosa más? ¿Tiene alguna carga? —pregunté sin saber muy bien<br />
por qué.<br />
—Una hipoteca con la Caja <strong>de</strong>l Consuelo. ¿Por qué no le preguntas a tu<br />
amigo Dani? Quizá él te pueda dar más información.<br />
—Muchas gracias, Alicia. Te <strong>de</strong>bo un favor.<br />
—Me <strong>de</strong>bes mil favores.<br />
—Nos vemos el domingo.<br />
Tenía un mal presentimiento. Gestioné la grúa y me dirigí al centro. Aparqué<br />
frente al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Marta, crucé la calle y fui directo hacia el portal por<br />
el que había salido Eric dos días antes. Esperaba no cruzarme con ella, no<br />
me encontraba con fuerzas. Entré en el portal, saludé al conserje y subí a la<br />
notaría. Me dirigí sin dudarlo a la recepcionista.<br />
—Soy empleado <strong>de</strong> la Caja <strong>de</strong>l Consuelo —mentí—. Vengo a recoger la<br />
copia simple <strong>de</strong> la firma <strong>de</strong>l otro día.<br />
—Un momento —contestó, y se puso a buscar en el or<strong>de</strong>nador.<br />
—Transmitente ¿Mario García? —me preguntó.<br />
—Exacto —dije yo.<br />
—Un segundo.<br />
Revisó un montón <strong>de</strong> sobres que había sobre el mostrador, hasta que<br />
encontró el que buscaba.<br />
—Me has dicho que vienes <strong>de</strong> la Caja <strong>de</strong>l Consuelo, ¿verdad?<br />
—Sí —volví a mentir y añadí—. Necesito la copia simple <strong>de</strong> la cancelación<br />
<strong>de</strong> la hipoteca.<br />
Me la entregó. Ni un recibo. Ni una firma. Nada. Era increíble lo sencillo<br />
que había sido. Pensé en la facilidad con la que en este país podías hacerte<br />
con toda clase <strong>de</strong> documentación echándole un poquito <strong>de</strong> morro.<br />
Bajé por las escaleras y al llegar a la calle abrí el sobre. No podía dar<br />
crédito a lo que estaba leyendo. No podía ser una coinci<strong>de</strong>ncia. Era imposible.<br />
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