La lealtad de los delincuentes - tonisoler
La lealtad de los delincuentes - tonisoler
La lealtad de los delincuentes - tonisoler
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
cuenta <strong>de</strong> que no veía a mis colegas. Me puse el cuño <strong>de</strong> la disco y salí. Fui<br />
hacia el coche. Allí estaba Angelito con una <strong>de</strong> las putas en el asiento trasero.<br />
Le estaba haciendo una mamada. Me acerqué. Di unos golpes en el cristal y la<br />
puta abrió la puerta.<br />
—Y tú… ¿Qué coño miras? —me dijo.<br />
Pasé <strong>de</strong> ella.<br />
—¡Ángel! ¿Dón<strong>de</strong> está Car<strong>los</strong>? —pregunté preocupado. Era como si mi vida<br />
<strong>de</strong>pendiera <strong>de</strong> encontrar a mi amigo.<br />
—¡Yo qué cojones sé! ¡Pasa <strong>de</strong> mí! ¡No ves que estoy ocupado!<br />
<strong>La</strong> puta cerró la puerta.<br />
Me di cuenta <strong>de</strong> que había una trifulca en la entrada <strong>de</strong>l local. Un tío<br />
enorme estaba zaran<strong>de</strong>ando a Car<strong>los</strong>. Fui corriendo hacía allí. Cuando estaba<br />
a mitad camino, aquel cabrón le soltó un bofetón <strong>de</strong> mano abierta. Pirueta <strong>de</strong><br />
ciento ochenta grados y al suelo. Cuando llegué hasta Car<strong>los</strong>, el gorila ya se<br />
había marchado.<br />
Intenté levantarle. Estaba aturdido y le pitaban <strong>los</strong> oídos.<br />
Se incorporó, me miró como si fuera a <strong>de</strong>cir algo importante y preguntó:<br />
—Tonelo, ¿queda más farli? Ahora sí que la necesito.<br />
A la mañana siguiente me <strong>de</strong>spertó el sonido <strong>de</strong> una máquina cortacésped que<br />
retumbaba a dos o tres casas <strong>de</strong> la mía. Me encontraba fatal. Tuve el tiempo<br />
justo para llegar al baño y vomitar. Tenía un puzle <strong>de</strong> recuerdos <strong>de</strong> la noche<br />
anterior que aún no lograba recomponer: imágenes difusas que acentuaban<br />
<strong>los</strong> remordimientos y me sumían en un estado <strong>de</strong>presivo. Tenía ganas <strong>de</strong> llorar.<br />
Necesitaba urgentemente que pasasen dos o tres días para <strong>de</strong>shacerme <strong>de</strong> esa<br />
sensación <strong>de</strong> soledad y angustia que me envolvía. Había llegado a casa a las<br />
siete <strong>de</strong> la mañana y había intentado dormir, pero la mierda que circulaba<br />
por mis venas me había mantenido <strong>de</strong>spierto. Sin po<strong>de</strong>r cerrar <strong>los</strong> ojos, sentí<br />
miedo. <strong>La</strong> taquicardia y las arritmias me asustaron <strong>de</strong> verdad. Me duché con<br />
agua fría un par <strong>de</strong> veces, pero el efecto apenas duraba unos pocos minutos.<br />
Después <strong>de</strong> pasar casi dos horas andando <strong>de</strong>sorientado por el jardín, volví<br />
a acostarme. Y nada. No conseguí pegar ojo. Era una sensación extraña en<br />
las extremida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la parte izquierda <strong>de</strong> mi cuerpo. Creí que iba a darme un<br />
ataque. Me prometí a mí mismo no meterme ni una raya más en toda mi vida.<br />
Aquel suplicio se alargó durante horas, hasta que finalmente <strong>de</strong>cidí<br />
afrontar el día. Me miré en el espejo <strong>de</strong>l baño. Tenía la cara <strong>de</strong>sencajada.<br />
35