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La lealtad de los delincuentes - tonisoler

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<strong>La</strong> cancelación <strong>de</strong> la hipoteca estaba firmada por el apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> la Caja <strong>de</strong>l<br />

Consuelo, Daniel Sánchez Prieto.<br />

Puse rumbo a la oficina <strong>de</strong> Dani. Estaba muy cerca <strong>de</strong> allí, y aun así,<br />

distraído por el <strong>de</strong>scubrimiento, estuve a punto <strong>de</strong> tener un acci<strong>de</strong>nte. No<br />

lograba concentrarme en el tráfico.<br />

Aparqué la moto frente a la sucursal bancaria y entré <strong>de</strong>cidido. Recorrí la<br />

oficina hasta su <strong>de</strong>spacho y abrí la puerta sin llamar.<br />

Dani sonrió nada más verme. Estaba con una cliente.<br />

—¡Toni! ¡Qué sorpresa!<br />

—¿Sorpresa? ¡Pedazo <strong>de</strong> cabrón! ¡Sorpresa la mía! —le chillé.<br />

—Pero… ¿Qué te pasa?<br />

—¿Que qué me pasa? Dímelo tú. Cuéntame cómo has conocido a tu<br />

amiguito Eric.<br />

Se quedó pálido. Boquiabierto. <strong>La</strong> cliente se levantó y me miró aterrada.<br />

Debió ver la ira que irradiaban mis ojos. Salió corriendo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho y cerró<br />

la puerta tras <strong>de</strong> sí.<br />

—No sé <strong>de</strong> qué me estás hablando —se <strong>de</strong>fendió Dani en cuanto estuvimos<br />

a solas.<br />

—Claro que lo sabes, ¡hijo <strong>de</strong> puta! Dime, ¿había mucho dinero negro<br />

en la venta <strong>de</strong> Mario García? ¿Es así como te lo montas? Cuando ves que en<br />

una operación hay dinero en efectivo llamas a tu gorila personal para que se<br />

encargue <strong>de</strong> hacerse con él. ¡Cabrón <strong>de</strong> mierda!<br />

En ese momento abrió la puerta uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> empleados <strong>de</strong> la sucursal<br />

preguntando si había algún problema.<br />

—No te preocupes —le tramquilizó Dani—. Todo está bien.<br />

—¡Oh, no! ¡Nada está bien! —grité.<br />

—¿Po<strong>de</strong>mos discutir esto en otro sitio? —preguntó mi amigo, que estaba<br />

empezando a sudar más <strong>de</strong> la cuenta.<br />

—Vamos —le or<strong>de</strong>né.<br />

Salimos <strong>de</strong> la sucursal, fuimos hasta su coche y nos metimos en él. Yo<br />

ya me había calmado, aunque me sentía profundamente <strong>de</strong>cepcionado. Mi<br />

amigo Daniel, al que conocía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el instituto, con el que había compartido<br />

prácticamente la totalidad <strong>de</strong> <strong>los</strong> momentos importantes <strong>de</strong> mi vida, era un<br />

ladrón, un estafador; un <strong>de</strong>lincuente sin escrúpu<strong>los</strong>, capaz <strong>de</strong> utilizar a un<br />

matón para hacerse con el dinero hasta <strong>de</strong> sus propios amigos.<br />

Le pedí que no arrancara el coche.<br />

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