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La lealtad de los delincuentes - tonisoler

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—Hola —contestó.<br />

—¡Martita! ¿Cómo estás?<br />

—Bien, ¿y tú?<br />

Su voz sonaba seria y distante. Debía sentirse aún incómoda por el suceso<br />

ocurrido la noche <strong>de</strong>l viernes.<br />

—¿Quedamos a comer? —le pregunté.<br />

—Hoy no puedo.<br />

—¿Mañana?<br />

Silencio.<br />

—¿Volverás a <strong>de</strong>jarme tirada?<br />

—Te prometo que estaré allí, a la hora que quieras y don<strong>de</strong> tú me digas.<br />

—¿Dos y media en mi trabajo?<br />

—Dos y media.<br />

Marta trabajaba en el centro, en un <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> abogados <strong>de</strong> <strong>los</strong> caros. Se<br />

había especializado en <strong>de</strong>recho penal y era buena. Ganaba todos <strong>los</strong> juicios y<br />

<strong>de</strong>volvía a la calle a todos <strong>los</strong> <strong>de</strong>lincuentes que podían permitirse <strong>los</strong> excesivos<br />

honorarios <strong>de</strong> su bufete.<br />

Ese lunes pasaron las horas muy <strong>de</strong>spacio. Lo cierto es que estaba ansioso<br />

por verla. Pensaba <strong>de</strong>cirle que estaba loco por ella, que el otro día, cuando la<br />

vi en el garito, el corazón me dio un vuelco. Le diría que su beso fue lo más<br />

bonito que nunca me había pasado. Que la necesitaba. Le diría todo <strong>de</strong> una<br />

vez por todas.<br />

Por la noche no pu<strong>de</strong> apenas pegar ojo. Di vueltas en la cama con una<br />

única imagen en la cabeza: ella. El martes sería el gran día. Me <strong>de</strong>clararía<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber estado jugando al gato y al ratón durante años. Y lo haría<br />

en serio. <strong>La</strong> pondría entre la espada y la pared, obligándola a elegir. El beso<br />

me había dado alas. Pasé la noche estudiando la mejor forma <strong>de</strong> hacerlo y sin<br />

darme cuenta, entre pequeños interva<strong>los</strong> <strong>de</strong> sueño y estrategia, me dormí.<br />

Abrí <strong>los</strong> ojos a las doce <strong>de</strong> la mañana. Sabía que Marta iría muy elegante,<br />

así que rebusqué en el armario y elegí uno <strong>de</strong> entre <strong>los</strong> diversos trajes <strong>de</strong><br />

Ermenegildo Zegna hechos a medida que tenía allí guardados acumulando<br />

polvo. Camisa también <strong>de</strong> Zegna y corbata <strong>de</strong> Armani. A la una y media ya<br />

estaba preparado. Hice un poco <strong>de</strong> tiempo y salí <strong>de</strong> casa dispuesto a conseguir<br />

<strong>de</strong> una vez por todas el mayor <strong>de</strong> mis anhe<strong>los</strong>.<br />

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