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La lealtad de los delincuentes - tonisoler

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Me encantaba observar el bullicio <strong>de</strong>l centro, gente <strong>de</strong>ambulando por la calle<br />

absorta en sus pensamientos. Trajeaos enganchados a sus móviles caminando<br />

a toda prisa <strong>de</strong> aquí para allá, como si el mundo se fuese a acabar si no llegaban<br />

a tiempo a sus reuniones; secretarias y oficinistas fumando en <strong>los</strong> portales<br />

<strong>de</strong> sus centros <strong>de</strong> trabajo; bares repletos <strong>de</strong> funcionarios; <strong>de</strong>pendientas <strong>de</strong><br />

tiendas <strong>de</strong> moda equipadas con uniformes muy ajustados que paseaban como<br />

diosas por las calles <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> la ciudad. ¡Cómo echaba <strong>de</strong> menos todo<br />

aquello!<br />

Marta salió <strong>de</strong>l portal sonriendo. Estaba preciosa. Se dirigió a mí y me dio<br />

un beso en la mejilla junto con un pequeño abrazo.<br />

Me sentía feliz. Iba con ella caminando a su lado y era como si todo estuviese<br />

en armonía. Fuimos a un restaurante <strong>de</strong> esa misma calle. Lo encontramos<br />

bastante lleno y tuvimos que sentamos en una pequeña mesa cercana a la<br />

cristalera que daba a la entrada. No pareció gustarle aquello, pero cedió. Se<br />

sentó <strong>de</strong> espaldas a la calle y yo me puse <strong>de</strong> frente. Imaginé que no quería que<br />

nos viera nadie <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera.<br />

—Vas muy elegante —me dijo.<br />

—He tenido que hacer unas gestiones esta mañana —mentí.<br />

—Me gusta.<br />

—Hace tan sólo unos meses vestía siempre así, ¿no lo recuerdas?<br />

—Sí, lo recuerdo. Recuerdo que quedábamos y aparecías. Recuerdo que<br />

me llamabas entusiasmado cada dos por tres para contarme alguna gestión<br />

<strong>de</strong> tu trabajo que te había salido bien. Recuerdo que…<br />

—Vale, vale. Lo siento —la interrumpí—. Han sido unos meses difíciles y<br />

quizá me haya comportado como un idiota, pero pienso poner las cosas en<br />

or<strong>de</strong>n.<br />

—Me alegra oírlo.<br />

—¿Cómo estás tú? —le pregunté.<br />

—Bueno, la verdad es que tengo más trabajo que nunca. <strong>La</strong> crisis está<br />

haciendo que la gente haga verda<strong>de</strong>ras barbarida<strong>de</strong>s, y ahí estoy yo para<br />

sacar las castañas <strong>de</strong>l fuego a un sinfín <strong>de</strong> sinvergüenzas.<br />

Pedimos la comida y seguimos hablando. Nos pusimos al día. Hacía<br />

mucho que no conversábamos y nos habían pasado muchas cosas a <strong>los</strong> dos.<br />

Solo con mirarla sentía <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> levantarme y abrazarla, <strong>de</strong> besarla, pero<br />

me contuve. Estaba esperando el momento idóneo para <strong>de</strong>cirle todo lo que<br />

llevaba preparado.<br />

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