La lealtad de los delincuentes - tonisoler
La lealtad de los delincuentes - tonisoler
La lealtad de los delincuentes - tonisoler
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Allí estaban. Se habían apoyado en la barra y en ese momento parecían<br />
unas diosas. El cuello carnoso y <strong>los</strong> pechos pecosos. Andrea y Sonia.<br />
Fui directo hacia ellas y en cuanto me vieron se me echaron encima. Aquel<br />
abrazo me produjo un auténtico subidón <strong>de</strong> autoestima. Pasamos <strong>los</strong> tres a la<br />
zona VIP y Fran nos recibió sonriendo como un colegial. A partir <strong>de</strong> entonces<br />
se constataría un hecho probado: Andrea y Sonia eran divertidísimas.<br />
Acabamos el champán en cuestión <strong>de</strong> minutos y nos pusimos a bailar. El<br />
local estaba hasta la ban<strong>de</strong>ra y el alcohol hacía su efecto. Había muchas caras<br />
conocidas. Saludé a unos cuantos colegas, sobre todo colegas <strong>de</strong> la noche,<br />
amigos <strong>de</strong> amigos <strong>de</strong> algún amigo, pero no más <strong>de</strong> un minuto por persona. No<br />
quería que se me <strong>de</strong>spistaran las chicas.<br />
Fran parecía estar encaprichado con Andrea. Daba lo mismo, era su día. Yo<br />
acabaría en la cama con aquel<strong>los</strong> dos enormes pechos pecosos.<br />
Después <strong>de</strong> varios gin-tonics, Sonia se me acercó y me soltó un beso en <strong>los</strong><br />
morros. Noté cómo introducía con su lengua una pastilla en mi boca. Se me<br />
puso dura. Seguimos bailando.<br />
Miré hacia la entrada <strong>de</strong> soslayo y reconocí una figura, pero no pu<strong>de</strong><br />
ponerle cara y no le presté más atención. Seguí disfrutando. Al rato, me fijé<br />
en el tipo que tenía justo a mi lado. Se trataba <strong>de</strong> la misma figura. ¡Jo<strong>de</strong>r! Era<br />
él, y si él estaba allí, lo más probable es que ella también estuviese. Me pusé<br />
<strong>de</strong> puntillas y miré hacia todos <strong>los</strong> rincones <strong>de</strong>l local, buscándola. Hasta que,<br />
finalmente, la encontré. En una esquina <strong>de</strong>l fondo, estaba Marta.<br />
Llevaba un mo<strong>de</strong>lito palabra <strong>de</strong> honor azul cielo muy ajustado y su melena<br />
rubia le caía <strong>de</strong>licada sobre <strong>los</strong> hombros.<br />
Me quedé observándola <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la distancia, embobado, mientras ella<br />
conversaba con alguien, distraída y sonriente. Pensé en acercarme para<br />
saludarla, pero la presencia <strong>de</strong> su novio me quitó esa i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la cabeza. Iba<br />
<strong>de</strong>masiado borracho para afrontar aquel encuentro sin quedar como un<br />
gilipollas.<br />
De pronto, Marta <strong>de</strong>svió la mirada hacia mí y su rostro se tensó al<br />
reconocerme. Disimuló entonces con un gesto sobreactuado e hizo como si no<br />
me hubiese visto. En ese momento, me <strong>de</strong>rrumbé.<br />
Agarré a Fran y le dije que nos marchábamos. Por suerte, a mi amigo no<br />
pareció molestarle. Informó a Sonia y Andrea <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>cisión y éstas también<br />
aceptaron. Pero antes querían ir todos al baño. Yo no pensaba quedarme allí<br />
solo, así que les acompañé.<br />
41