La lealtad de los delincuentes - tonisoler
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—No me falles esta vez. Sabes lo mucho que me cuesta organizarme para<br />
po<strong>de</strong>r comer contigo.<br />
—Tranquila.<br />
<strong>La</strong> felicidad se mi<strong>de</strong> por momentos. Esa era una <strong>de</strong> mis fracciones<br />
preferidas.<br />
Nada más colgar, el móvil comenzó a sonar <strong>de</strong> nuevo.<br />
“ Get up, stand up...”.<br />
Era Car<strong>los</strong>. Lo cogí.<br />
—¡Tonelo! ¿Qué pasa, tío? ¿Es que no va a venir esta tar<strong>de</strong> nadie a tomar<br />
la cervecita? Estoy en el garito más solo que la una. ¿Acaso no te molaron ayer<br />
las chatis que te llevé? ¡Jo<strong>de</strong>r! Parecía que lo estabas pasando <strong>de</strong> puta madre.<br />
Anda, vente para acá y tráete la maría.<br />
—Dame veinte minutos —contesté.<br />
Cogí las llaves <strong>de</strong>l coche y salí corriendo <strong>de</strong> casa camino <strong>de</strong> la plaza Xúquer.<br />
Al llegar al garito, media hora más tar<strong>de</strong>, encontré a Car<strong>los</strong> acompañado<br />
ya por Ángel, Dani y Emilio. Estaban sentados en una mesa <strong>de</strong> la terraza,<br />
bebiendo una cerveza tras otra. Por lo visto, un día más la reunión <strong>de</strong><br />
amigotes consistía en humillarnos <strong>los</strong> unos a <strong>los</strong> otros: Angelito contaba cómo<br />
me había encontrado el día anterior al entrar en mi casa, con la polla dura<br />
como una piedra y dos chatis en bragas bailando borrachas a mi alre<strong>de</strong>dor.<br />
Emilio también <strong>de</strong>scribió con <strong>de</strong>talle el careto con el que encontró a Fran<br />
al ir a recogerle el sábado a la comisaría. El cachon<strong>de</strong>o comenzó a aliviar<br />
mi conciencia. Car<strong>los</strong> me pidió la maría y se lió un canuto. Era buena. Nos<br />
partimos <strong>de</strong> risa por todos <strong>los</strong> acontecimientos <strong>de</strong>l fin <strong>de</strong> semana. El que más<br />
leña recibió fue Fran. Claro, el que no estaba.<br />
Dani y Angelito habían pasado juntos toda la mañana preparando la póliza<br />
<strong>de</strong> crédito. Treinta mil euros. Con ese dinero tendría que tener suficiente para<br />
<strong>de</strong>spedir al encargado y a algún camarero y po<strong>de</strong>r así reducir costes. Ángel se<br />
pondría al mando <strong>de</strong>l restaurante a la mañana siguiente.<br />
—Angelito, quiero que sepas que la operación te la apruebo sin pasarla por<br />
Riesgos —le explicó Dani muy serio—. Me han reducido mucho <strong>los</strong> po<strong>de</strong>res,<br />
pero para esa cantidad aún me <strong>de</strong>jan firmar. Si tuviera que pedir autorización<br />
me la <strong>de</strong>negarían seguro. Así que no me falles.<br />
—¡Tranki, tronco! ¿Cuándo te he fallado yo, eh?<br />
Nos <strong>de</strong>scojonamos todos. Sabíamos que si había alguien en el mundo <strong>de</strong><br />
quien no <strong>de</strong>bíamos fiarnos ese era Angelito.<br />
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