La lealtad de los delincuentes - tonisoler
La lealtad de los delincuentes - tonisoler
La lealtad de los delincuentes - tonisoler
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
—¡Jo<strong>de</strong>r, Car<strong>los</strong>, cómo nos ponemos! —exclamé.<br />
—¿Otro tirito?<br />
—No, por Dios, creo que me va a dar un ataque —le dije, agarrándome el<br />
pecho.<br />
—Venga, ¡no me jodas!<br />
—Que no, ¡hostias! Me piro.<br />
—Pírate si quieres, pero dame la farli.<br />
Car<strong>los</strong> era la exaltación <strong>de</strong>l egoísmo. Ramplón y mujeriego hasta la ofensa,<br />
podía convertir cualquier <strong>de</strong>sgracia en objeto <strong>de</strong> burla tan sólo por puro<br />
divertimento. No lo podía evitar. Veinte años <strong>de</strong> amistad hacían que se lo<br />
perdonara. Todos se lo perdonábamos.<br />
Saqué la bolsita con <strong>los</strong> polvos blancos que en ese momento eran su<br />
máximo anhelo, se la di y sin <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> nadie me dirigí directo a la salida.<br />
—¡Tonelo! —oí que me llamaban, aunque no hice caso y seguí mi camino<br />
sin mirar atrás. Estaba dispuesto a realizar un acto <strong>de</strong> responsabilidad y<br />
cumplir con mis promesas.<br />
—¡Tonelooo! —volví a escuchar otro reclamo perdido en el ambiente.<br />
Me giré. Era Fran. Se dirigía hacia mí tratando <strong>de</strong> colocar correctamente<br />
un pie <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l otro para andar sin caerse. Iba apoyándose en la barra<br />
y me miraba con un ojo cerrado y el otro abierto, procurando adivinar a qué<br />
distancia me encontraba <strong>de</strong> él. En <strong>los</strong> aproximadamente diez metros que nos<br />
separaban tropezó con dos niñas muy monas y muy pijas que lo miraron con<br />
repulsión, y con un tipo pequeñito y con gafas que no se atrevió a <strong>de</strong>cir nada.<br />
<strong>La</strong> música y las luces cegadoras <strong>de</strong>l local parecían combinar a la perfección<br />
con la silueta <strong>de</strong> mi amigo, que se balanceaba <strong>de</strong> un lado a otro en un esfuerzo<br />
sobrehumano por alcanzar su objetivo.<br />
Por fin llegó hasta mí y casi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un metro <strong>de</strong> distancia se me abalanzó<br />
<strong>de</strong> un brinco y se colgó <strong>de</strong> mi cuello en un típico abrazo <strong>de</strong> borrachera entre<br />
amigotes con el que casi me tira al suelo.<br />
—¡Te quiero, tío! —me farfulló en el oído.<br />
Noté <strong>los</strong> restos <strong>de</strong> su saliva viscosa esparciéndose por mi cara. Me separé<br />
como pu<strong>de</strong> <strong>de</strong> él, apartando su cuerpo <strong>de</strong>l mío. Sus movimientos parecían<br />
<strong>los</strong> <strong>de</strong> un muñeco con las pilas <strong>de</strong>sgastadas al que sólo le llegase energía a<br />
interva<strong>los</strong> irregulares e intermitentes.<br />
9