La lealtad de los delincuentes - tonisoler

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ato convencerles, pero les prometí que cuando hubiese arreglado el entuerto acudiría a casa de Carlos. Cedieron, cogieron un taxi y se largaron. Cuando por fin los perdí de vista, yo también paré un taxi. —¿A dónde? —A Mas Camarena. 66
10. La sorpresa Compré la prensa local y busqué en la sección de sucesos. Allí estaba. Un pequeño artículo en el lateral de la página derecha del periódico: […] El pasado martes de madrugada fue asaltado el empresario Mario G. en su domicilio de la Eliana por un encapuchado. Según se ha podido constatar por fuentes policiales, el asaltante entró a punta de pistola en la vivienda y tras amordazar a su mujer y sus hijos, sometió a una tremenda paliza al empresario. El motivo de la agresión parece ser el robo, aunque ningún miembro de la familia ha querido hacer declaración alguna. La policía descarta que se trate de una banda organizada ya que el agresor actuaba solo. Los vecinos han hecho una queja formal al Ayuntamiento del municipio reclamando más seguridad […] Sin duda, Eric había vuelto por la noche a esa misma casa. Cogí la moto y me dirigí a la playa. Tenía que recoger mi coche y hacer las gestiones con la grúa. Me encontraba fatal. A la resaca se le unía el sentimiento de culpa por no haber hecho nada por evitarlo. Podría haber llamado de forma anónima y haber alertado a la policía. Los remordimientos se estaban apoderando de mí. Al llegar a la playa miré el móvil. Tenía una llamada perdida de Alicia. Marqué su número. —¿Toni? 67
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