La lealtad de los delincuentes - tonisoler
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para eso. Se hubiese reído <strong>de</strong> la situación y me hubiese animado, sin darle<br />
<strong>de</strong>masiada importancia a mi <strong>de</strong>sgracia. Eso era lo que yo necesitaba en<br />
aquel<strong>los</strong> momentos y, sin embargo, allí estaba otra vez, con esas dos mujeres<br />
<strong>de</strong>scontroladas que parecían no tener ningún otro objetivo en la vida que<br />
pasárselo bien. Y Car<strong>los</strong> era el cabecilla, el rey <strong>de</strong> las cabezas locas.<br />
Fuimos a la playa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una breve parada en casa <strong>de</strong> Andrea y nos<br />
sentamos en una terraza. <strong>La</strong> temperatura era buena. Pedimos unas cervezas<br />
y Car<strong>los</strong> se lió un canuto. Fumé y bebí como si esa fuera la medicina más<br />
eficaz para mi corazón roto. A la hora <strong>de</strong> estar allí, ya me había olvidado <strong>de</strong><br />
Marta por completo. Nos reíamos <strong>de</strong> todo. Realmente Sonia y Andrea eran<br />
divertidísimas. Hablamos <strong>de</strong> cosas sin importancia: nada <strong>de</strong> crisis, nada <strong>de</strong><br />
política, nada <strong>de</strong> trabajo.<br />
—Voy al baño —anunció Andrea.<br />
Se levantó y me hizo un gesto casi imperceptible para que la siguiera. Me<br />
quedé allí sentado, viendo cómo se contoneaba camino <strong>de</strong> <strong>los</strong> aseos <strong>de</strong>l local.<br />
Tenía un cuerpo precioso.<br />
Car<strong>los</strong> y Sonia seguían con la risa, pero yo había perdido el hilo <strong>de</strong> la<br />
conversación. Me levanté y, sin <strong>de</strong>cir una sola palabra, me dirigí al aseo <strong>de</strong> las<br />
chicas. Llamé a la puerta.<br />
—Pasa —oí que me <strong>de</strong>cía Andrea <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro.<br />
Acepté la invitación y entré sin pensarlo, pero no la vi. Estaba metida en<br />
uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> cuartitos <strong>de</strong> <strong>los</strong> inodoros. Uno bastante amplio, había elegido el<br />
<strong>de</strong>stinado para minusválidos. Me asomé y allí la encontré otra vez, apoyada<br />
en la tapa <strong>de</strong>l váter y preparando un par <strong>de</strong> tiros en su espejito.<br />
—¡Eres una viciosa, Andrea!<br />
—Y eso te gusta, ¿verdad?<br />
—Lo cierto es que me vuelve loco.<br />
—¡Entonces somos <strong>de</strong> la misma calaña! —bromeó, soltando una sonora<br />
carcajada.<br />
Nos metimos la mierda y oímos cómo alguien entraba en el baño.<br />
Permanecimos en silencio para no <strong>de</strong>latar nuestro escondite.<br />
—¿Sabes que a Sonia le gustas mucho? —me susurró al oído, acariciándome<br />
una mejilla con suavidad.<br />
—¿Sí?<br />
En ese momento buscó la hebilla <strong>de</strong> mi cinturón.<br />
—Pero no le vamos a contar nada <strong>de</strong> esto, ¿verdad?<br />
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