La lealtad de los delincuentes - tonisoler
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un precio <strong>de</strong> chollo: a treinta mil el kilo. Me dijo que el Tocha ya le había<br />
comprado tres fardos y que ahora estaba en Madrid porque allí era más fácil<br />
colocarlo. El muy cabrón me lo iba contando todo como quien no quiere la<br />
cosa y yo iba entrando poco a poco en la envolvente. Esa noche nos metimos<br />
por lo menos un gramo cada uno. ¡Jo<strong>de</strong>r, Toni! Era buena, muy buena. ¡Me fui<br />
a casa con un subidón <strong>de</strong> cojones!<br />
No podía creer lo que Angelito me estaba contando. Estaba estupefacto.<br />
¡¿Cómo podía ser tan tonto?!<br />
—El viernes por la mañana llamé al banco y le pedí a Dani que me<br />
preparara <strong>los</strong> treinta mil pavos <strong>de</strong> la póliza en efectivo. Le conté la milonga<br />
<strong>de</strong> que necesitaba el dinero para pagar la in<strong>de</strong>mnización <strong>de</strong> mi encargado en<br />
negro porque así me ahorraba una pasta. Que lo había pactado así con él.<br />
Dani se lo tragó y a última hora <strong>de</strong> la mañana tenía la pasta preparada.<br />
—No me lo puedo creer —dije.<br />
—Créetelo. Ya había hecho <strong>los</strong> cálcu<strong>los</strong> y todo. Podría recuperar la<br />
inversión en unas semanas y, a<strong>de</strong>más, levantarme entre veinte y treinta mil<br />
pavos con facilidad.<br />
Le pedí que siguiera contando, aunque ya no estaba seguro <strong>de</strong> querer<br />
saber más.<br />
—El viernes fui otra vez al garito y allí estaba él, con su jodida sonrisa<br />
y haciéndome un hueco en su mesa, como si fuésemos íntimos. Le dije que<br />
quería pillarle un kilo y me costó como una hora convencerlo. ¡El muy cabrón<br />
hijo <strong>de</strong> puta! Al final cerramos el trato y quedamos en vernos el sábado a la<br />
una y media <strong>de</strong> la madrugada en El Saler, al lado <strong>de</strong> la DGT. Tenía que ir solo<br />
y con la pasta en una mochila. Hice lo que me dijo. Me sentía importante,<br />
¿sabes? Llegué al punto <strong>de</strong> encuentro e hizo que le siguiera con el coche. Nos<br />
dirigimos hacia el Parque Natural y paramos en un <strong>de</strong>scampado ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong><br />
pinos. Bajamos <strong>de</strong>l coche. Me sonreía como en el garito y eso me dio confianza.<br />
Me enseñó un paquete envuelto en cinta <strong>de</strong> embalar y yo abrí la mochila para<br />
que viera la pasta. ¡Jo<strong>de</strong>r tío! En cuanto la vio le cambió la cara. Sacó una<br />
pipa y me la puso entre <strong>los</strong> ojos. Creía que me mataba. Por poco no me cago<br />
encima. Agarró la bolsa y me cacheó. Entonces me dio con la culata en la cara,<br />
caí al suelo y siguió dándome <strong>de</strong> hostias sin parar. Mientras me machacaba a<br />
golpes me iba diciendo: “¡Si hablas con alguien <strong>de</strong> esto, te mato! ¡Si me cruzo<br />
contigo y me diriges la palabra, te mato! ¡Si intentas hacer algo para recuperar<br />
la pasta, te mato! ¿Entien<strong>de</strong>s? ¡Te mato!” Y siguió dándome <strong>de</strong> hostias. Hubo<br />
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