La lealtad de los delincuentes - tonisoler

Nos quedamos Dani y yo solos. Pusimos El Gran Lebowski, de los hermanos
Coen. Me encantaba esa cinta. Hablamos de tonterías mientras veíamos la
película. Fumamos y reímos. Y justo cuando Julianne Moore se deslizaba en
pelotas con una tirolina por encima de Jeff Bridges, sonó mi móvil. Un número
desconocido. Lo cogí.
—¿Sí?
—¿Tonelo?
—¡Angelito! ¿Qué tal, tío? Te has perdido la partida y…
—¡Tronco! ¡Estoy jodido! ¿Estás solo? —me cortó.
Su voz sonaba realmente angustiada.
—Estoy con Dani en su casa. ¿Qué ha pasado? —le pregunté mientras me
incorporaba.
—¿Con Dani? Vale… Sí… Hazte el loco… No le digas nada… —parecía
nervioso por algo.
—¿Qué pasa, Ángel? Dímelo de una puta vez —le grité.
—¿Puedes venir a recogerme? Estoy en… ¡Joder, no tengo ni puta idea!
¡Espera!... Vale, creo que ya lo sé… ¿Recuerdas el camino de Nazaret que llega
al Club Náutico?
—¿Qué coño haces ahí? —pregunté sorprendido.
—¡Te necesito, tío! ¡Ven ya, por favor! ¡Estoy jodido! —ahora sí parecía
realmente asustado.
—Dame veinte minutos —accedí.
—¡Tonelo! No le digas nada a Dani, por favor —suplicó.
Colgué. Dani me interrogaba con la mirada.
—Me tengo que ir. No sé que coño pasa. Hablamos mañana. ¿Vale?
—Te acompaño —dijo levantándose.
—¡No! Ángel quiere que vaya solo. En cuanto sepa de que va todo esto, te
llamo.
—Ok. Ten cuidado.
Bajé corriendo por las escaleras. Dani vivía en un piso en la Avenida de Francia
y había muchísimo ambiente por la calle. Cogí mi coche y salí disparado hacia
la zona que Ángel me había indicado. No era una buena zona. ¿Qué cojones
hacía Ángel allí a las dos de la madrugada de un sábado? Probablemente
habría ido a comprar droga y había tenido algún problema. Era raro. Angelito
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