Historia de la literatura gallega - Innova

Xesús Pisón cultiva un teatro de humor, paródico y desmitificador, que
tiene una buena expresión en O Pauto.
La aportación de los dramaturgos de generaciones anteriores en la
década de los ochenta
La década de los ochenta supone la consolidación de los miembros de la
llamada Xeración de Abrente y de las Mostras de Ribadavia.
Manuel Lourenzo se consolida como gran hombre de teatro con su
labor al frente de la Escola Dramática Galega o de los Cadernos da Escola
Dramática Galega. Su obra abarca en esta década desde la reactualización de
mitos de la tragedia griega, como Fedra o Electra, al teatro histórico, con
Xoana, recreación de la figura de Juana la Loca. Por otra parte, cultiva
asimismo un teatro que denomina teatro urgente, que lleva a escena problemas
de la sociedad gallega actual y del que es buen ejemplo Forzas eléctricas.
Roberto Vidal Bolaño produce obras emblemáticas en esta década
como Bailadela da morte ditosa (1980), en la que presenta siete formas
distintas de enfrentar la muerte con dignidad y mezcla técnicas de la nueva
dramaturgia con elementos de la literatura tradicional. En Agasallo de sombras
(1984) interpreta la figura de Rosalía de Castro como víctima de los manejos
políticos y culturales de su marido Murguía. En Cochos (1988) presta atención
al mundo de la emigración gallega a Europa y el choque entre la cultura del
campo del emigrado gallego y la cultura urbana alemana, encarnándose el
conflicto dramático en la figura del emigrante gallego que quiere criar un cerdo
en el barracón donde vive en Alemania.
Euloxio R. Ruibal gana en 1989 el premio Álvaro Cunqueiro de teatro
con Azos de esguello, obra articulada alrededor de la visión esperpéntica de
Galisindo Lestedo, rico emigrante retornado de América y convertido en
importante constructor y especulador sin escrúpulos: la obra pasa por ser una
de las mejores visiones críticas de la nueva Galicia de la etapa autonómica.
Pero no sólo los miembros de la generación de Abrente realizaron
aportaciones en estos años. Dramaturgos mayores que los de Abrente, pero
que no habían encontrado la ocasión de estrenar o publicar su obra en los años
del franquismo, lo van a hacer ahora. Así, Tomás Barros (1922) publica A
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