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museológica. coleccionismo<br />
Lo que más nos<br />
impresionaba a los<br />
niños del momento era<br />
el denominado Museo<br />
de Historia Natural<br />
Imagen de una sala del museo a comienzos del siglo XX.<br />
1970-71 el Preuniversitario, donde<br />
estuvimos diecisiete alumnos en<br />
ciencias y siete en letras. Siete años<br />
después de aquel primer examen, el<br />
3 de junio de 1971, mi libro escolar<br />
recoge el acta de las calificaciones<br />
finales que ponían término a mis<br />
vínculos estudiantiles con el Instituto<br />
Aguilar y Eslava.<br />
En Cabra el instituto era una<br />
institución muy importante. Entre la<br />
población se ha hablado siempre de<br />
la figura del estudiante como aquel<br />
que estaba en sus aulas, aunque<br />
admitía la variante de los colegiales,<br />
término reservado para aquellos que<br />
estaban como alumnos internos,<br />
dentro del Colegio de la Purísima<br />
Concepción, hoy ya desaparecido. El<br />
edificio que lo alberga es singular, por<br />
su tamaño, por el patio interior con<br />
montera de cristal que marca la<br />
distribución de espacios interiores,<br />
por la escalera de acceso a la parte<br />
superior y por otros elementos<br />
internos, como ya he señalado al<br />
hacer referencia al lugar en el que<br />
realizamos el examen de ingreso, un<br />
aula con dos de sus lados cubiertos<br />
de armarios acristalados donde<br />
veíamos una gran variedad de objetos<br />
relacionados con el mundo de la<br />
ciencia. Existía también un aula de<br />
Agricultura, otra de Geografía, otra de<br />
Dibujo, pero sin duda alguna lo que<br />
más nos impresionaba a los niños del<br />
momento era el denominado Museo<br />
de Historia Natural.<br />
Estaba situado, igual que hoy, en la<br />
primera planta, a mano izquierda<br />
cuando se accede por la escalera<br />
principal, en el camino que se debe<br />
seguir para entrar a la sala de<br />
profesores, un lugar que para los<br />
alumnos de entonces era sagrado, es<br />
decir, no nos permitíamos ni<br />
asomarnos a él. Entonces las<br />
dependencias del museo se<br />
utilizaban como aulas, eran dos,<br />
dispuestas en forma de “L”, de<br />
manera que para entrar a la segunda<br />
había que pasar necesariamente por<br />
la primera. Recuerdo que no<br />
utilizamos la primera de aquellas<br />
aulas hasta que en 3º de bachillerato<br />
cursamos la asignatura de Ciencias<br />
Naturales, para la cual utilizábamos<br />
un volumen grueso, de Salustio<br />
Alvarado, que después de una<br />
introducción nos explicaba el origen<br />
de los seres vivos, y comenzaba con<br />
las formas que no son accesibles a<br />
simple vista; fue entonces cuando<br />
aprendimos lo que era una ameba y<br />
también un paramecio, así hasta<br />
descubrir todas las formas de vida<br />
existentes. No quisiera dejar pasar la<br />
oportunidad de reconocer al profesor<br />
que nos impartió aquel año la<br />
materia, don Vicente Muñiz, un<br />
farmacéutico que nos sorprendía con<br />
sus dibujos en la pizarra, así como<br />
por su claridad para hacer esquemas,<br />
que fueron una ayuda inestimable a<br />
la hora de estudiar el manual de la<br />
asignatura. Recuerdo perfectamente<br />
el día en que nos habló de lo que era<br />
la Histología y a continuación<br />
mencionó una figura cuyo nombre yo<br />
escuchaba por primera vez, don<br />
Santiago Ramón y Cajal, al tiempo<br />
que nos explicó en qué consistieron<br />
los trabajos que lo hicieron<br />
merecedor de un Premio Nobel.<br />
Volvimos a encontrarnos con aquel<br />
profesor dos años después, en la<br />
misma materia, en 5º curso,<br />
entonces recogimos una colección de<br />
rocas de la sierra que teníamos que<br />
clasificar; asimismo, debíamos<br />
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