La sociedad del espectáculo
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<strong>La</strong> <strong>sociedad</strong> <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong><br />
Guy Debord<br />
173<br />
Por primera vez una nueva arquitectura, que en cada época<br />
anterior estaba reservada a la satisfacción de las clases dominantes,<br />
se encuentra directamente destinada a los pobres. <strong>La</strong> miseria<br />
formal y la extensión gigantesca de esta nueva experiencia <strong>del</strong><br />
hábitat proceden conjuntamente de su carácter de masa, que está<br />
implicado a la vez por su destinación y por las condiciones<br />
modernas de construcción. <strong>La</strong> decisión autoritaria, que ordena<br />
abstractamente el territorio en territorio de la abstracción, está<br />
evidentemente en el centro de estas condiciones modernas de<br />
construcción. <strong>La</strong> misma arquitectura aparece en todas partes<br />
donde comienza la industrialización de los países atrasados en<br />
este aspecto como terreno adecuado al nuevo género de existencia<br />
social que se trata de implantar allí. Tan claramente como en las<br />
cuestiones <strong>del</strong> armamento termonuclear o de la natalidad –donde<br />
se ha alcanzado la posibilidad de manipular la herencia– el umbral<br />
traspasado en el crecimiento <strong>del</strong> poder material de la <strong>sociedad</strong> y el<br />
retraso en la dominación consciente de este poder se despliegan en<br />
el urbanismo.<br />
174<br />
El momento actual es ya el de la autodestrucción <strong>del</strong> medio<br />
urbano. <strong>La</strong> explosión de las ciudades sobre los campos cubiertos<br />
por “masas informes de residuos urbanos” (Lewis Mumford) es<br />
presidida de forma inmediata por los imperativos <strong>del</strong> consumo. <strong>La</strong><br />
dictadura <strong>del</strong> automóvil, producto piloto de la primera fase de la<br />
abundancia mercantil, se ha inscrito en el terreno con la dominación<br />
de la autopista, que disloca los antiguos centros e impone una<br />
dispersión cada vez más pujante. Al mismo tiempo los momentos<br />
de reorganización inconclusa <strong>del</strong> tejido urbano se polarizan pasajeramente<br />
alrededor de “las fábricas de distribución” que son los<br />
gigantescos hipermercados edificados sobre un terreno desnudo,<br />
con un parking por pedestal; y estos templos <strong>del</strong> consumo precipitado<br />
están ellos mismos en fuga en el movimiento centrífugo que los<br />
rechaza a medida que se convierten a su vez en centros secundarios<br />
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