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La sociedad del espectáculo

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Prólogo a la cuarta edición italiana<br />

por un acto parlamentario, el partido estalinista continuó aparentando<br />

que creía en la independencia de la “brigada roja”. Se dejó<br />

con vida al prisionero por cuanto tiempo se creyó poder prolongar<br />

la humillación y el embarazo de los amigos, que tuvieron que<br />

soportar el chantaje fingiendo noblemente que no comprendían<br />

qué esperaban de ellos unos bárbaros desconocidos. Asimismo se<br />

acabó con él inmediatamente en cuanto los estalinistas enseñaron<br />

los dientes aludiendo públicamente a ciertas maniobras oscuras;<br />

y Moro murió desengañado. En efecto, la “brigada roja” tiene otra<br />

función distinta y de un interés más general, que es la de desconcertar<br />

o desacreditar a los obreros que realmente se oponen al<br />

Estado, y tal vez la de eliminar un día a algunos de los más peligrosos.<br />

Esta función los estalinistas la aprueban, puesto que los<br />

ayuda en su pesada tarea. En cuanto al lado que los perjudica a ellos<br />

mismos, limitan sus excesos mediante insinuaciones veladas en<br />

público en los momentos cruciales y amenazas precisas y a voz en<br />

grito en sus constantes negociaciones íntimas con el poder estatal.<br />

Su arma disuasoria es que podrían decir de improviso todo lo que<br />

saben acerca de la “brigada roja” desde sus orígenes. Pero nadie<br />

ignora que no pueden emplear esta arma sin romper el “compromiso<br />

histórico” y que, por tanto, desean sinceramente poder seguir<br />

guardando sobre este tema la misma discreción que guardaron en<br />

su momento sobre las hazañas <strong>del</strong> SID propiamente dicho. ¿Qué<br />

sería de los estalinistas en una revolución? Así que se los continúa<br />

atropellando, pero no demasiado. Cuando diez meses después <strong>del</strong><br />

secuestro de Moro la misma invencible “brigada roja” mata por<br />

primera vez a un sindicalista estalinista, el partido llamado comunista<br />

reacciona enseguida, pero únicamente en el terreno de las<br />

formas protocolarias, amenazando a sus aliados con obligarlos de<br />

ahí en a<strong>del</strong>ante a señalarlo como un partido, ciertamente leal y<br />

constructivo siempre, pero que estará <strong>del</strong> lado de la mayoría y ya no<br />

de un lado dentro de la mayoría.<br />

<strong>La</strong> cabra siempre tira al monte, y un estalinista se encontrará<br />

siempre en su elemento en donde sea que se respira un olor a crimen<br />

oculto de Estado ¿por qué habría de defenderlos la atmósfera de las<br />

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